El Cerco del Dingo, la valla más larga del mundo

Aunque Australia es famosa por la gran cantidad de animales peligrosos que pueden aparecer en el jardín de una casa, ninguno supera al canis lupus dingo. Esta subespecie de lobo, conocido comúnmente como dingo, tiene una dieta que incluye hasta 170 especies de animales diferentes, desde pequeños insectos hasta búfalos, pasando por canguros, conejos, ovejas y wombats. Incluso aceptan fruta y frutos secos. Nada escapa a su apetito.

Se cree que el dingo fue introducido en el continente australiano hace unos 4.000 años por pobladores asiáticos. No es una especie autóctona de la región. Sin embargo, acabaría imponiéndose para convertirse en el mayor depredador del país, hasta el punto de provocar la extinción del lobo de Tasmania.

Un dingo buscando su próxima presa…

La rápida expansión del dingo vino facilitada por la presencia de grandes rebaños de ovejas en todo el país. Introducida por los europeos, las oveja suponía una presa fácil y nutritiva para las manadas de dingos. Por ello en 1880 el Gobierno australiano planteó una alocada idea para tratar de frenar los ataques: construir una enorme valla de más de 5.000 kilómetros para separar el fértil rincón sureste del país del salvaje interior. De esta manera se trataría de crear un espacio libre de dingos en el que los ganaderos pudieran trabajar tranquilos.

Terminado en 1885, el Cerco del Dingo se extiende a lo largo de 5.614 kilómetros desde la Costa Este hasta la Gran Bahía. La valla más larga del mundo tiene una altura media de dos metros y se hunde en la tierra treinta centímetros. Toda precaución es poca para evitar que los dingos invadan el sur, donde se concentra la mayor parte de la población australiana.

La valla, electrificada en ciertos tramos e iluminada por la noche, tiene varias puertas que se abren y cierran permitiendo el paso de vehículos. Tras más de 100 años en funcionamiento, el dingo ha dejado de ser un peligro en la zona protegida, si bien algunos han conseguido avanzar hacia el sur al formarse agujeros y desperfectos en el Cerco. En todo caso el peligro real sigue al norte, donde los dingos han sido responsables incluso de la muerte de algún niño. De las 11.000 ovejas que algunas zonas ganaderas llegaron a perder en un año por ataques del dingo se pasaron a 3.000 una vez construida la valla. El dingo sigue siendo combatido por el ser humano a base de disparos o envenenamiento.

En Australia hay dos posturas frente a la existencia de la valla más larga del mundo. Los ganaderos y sus familias apuestan por la estrategia del cerco al dingo, mientras que varios investigadores han observado un empeoramiento ecológico producido por esta estructura.

Un buen ejemplo de la postura de los ganadores lo encontramos en el interior del estado de Queensland, donde siete condados se han puesto de acuerdo para crear la región Remote Area Planning and Development (RAPAD) y tratar de fijar población y crear riqueza en una zona devastada por la acción del dingo. ¿Su propuesta? Construir su propia valla y acabar con el depredador. Han creado una página web muy ilustrativa titulada Not Just a Fence y en la que aseguran que la valla «está salvando el interior del país». Desde el RAPAD ponen sobre la mesa varios datos: de las 2 millones de ovejas que había en la región en 1991 se ha pasado a unas 450.000 en 2018, en los últimos veinte años se han perdido el 36% de los puestos de trabajo en el sector primario y el 27% de la población ha emigrado a las ciudades de la costa. La solución, según los habitantes de esta zona desprotegida y al norte del Cerco, pasa por construir más vallas para ir aislando al dingo.

En el otro lado de la mesa están los autores de varios estudios que confirman una degradación de la cubierta vegetal en aquellas zonas donde se ha eliminado la presencia del dingo. La razón de esta pérdida de vegetación es bien sencilla: el dingo reduce las poblaciones de emúes, canguros y ovejas, protegiendo así los pastos y arbustos. Cuantos menos dingos, más herbívoros, y por tanto menos vegetación. Tras más de un siglo sin depredador, los canguros y emúes han crecido al sur del Cerco y han sobreexplotado los recursos vegetales. Irónicamente, las ovejas tienen ahora menos posibilidades por culpa del Cerco, que de manera indirecta está disminuyendo la cantidad de vegetación al hacer aumentar las poblaciones de canguros. Es un buen recordatorio de que el ser humano no debería tratar de alterar las cadenas tróficas de los ecosistemas.

The Dingo Dilemma