Los territorios ultraperiféricos de la Unión Europea

La brisa marina mueve suavemente la hamaca que cuelga entre dos palmeras inclinadas sobre la arena. El color mágico del agua, la temperatura pacífica y aquellas cabañas de madera que se adentran en el mar no lo indican, pero nos encontramos en suelo europeo. Tenemos conexión a Internet con nuestro móvil gracias a la red Wi-Fi, al encender la televisión aparecen canales occidentales, en el bar están todas las bebidas de marca que conocemos, hay buenas carreteras y seguridad. Estamos dentro de la Unión Europea, un espacio de orden y progreso dentro de este mundo tan complicado. Tenemos todas las ventajas de un ciudadano europeo y, sin embargo, vivimos a miles de kilómetros del continente.

Nos encontramos en un «territorio ultraperiférico de la Unión Europea», un excepcional estatus político del que disfrutan una serie de islas repartidas por todo el mundo. Fruto del colonialismo europeo de siglos pasados, ocurre que Europa está también localizada en el Pacífico Sur. Una curiosidad histórica que nos trae situaciones irreales y desconocidas para la mayoría de habitantes de la Unión. En este artículo vamos a viajar a algunos de estos lugares, tan alejados y sin embargo vecinos europeos.

Los indígenas arahuacos y wayanas no imaginaban que habría tanto oro en sus tierras. Sí lo pensaban los colonos franceses que fueron enviados durante el siglo XVII, seducidos por la promesa de riquezas. Así se formó la colonia de la Guyana Francesa, que en 1885 se convirtió en una cárcel al aire libre para todos aquellos ciudadanos franceses que tuvieran más de tres sentencias por robo. En 1946 este territorio sudamericano obtuvo la denominación de Departamento de Ultramar dentro de la Constitución francesa, y en 1975 la Agencia Espacial Europea estableció un base de lanzamiento de satélites.

La Guyana Francesa tiene poco más de 280.000 habitantes (comparable con Islandia) y 83.000 kilómetros cuadrados de extensión (comparable con Portugal). Es una región empobrecida y que subsiste de las exportaciones mineras y de la actividad relacionada con la industria aeroespacial: unas 1700 personas trabajan en el Centro Espacial de Kourou. Hace frontera con Brasil y Surinam, y está cubierto en su 90% por una densa selva tropical. Un paisaje nada típico de Europa, pero europeo al fin y al cabo. La Guyana Francesa sería el territorio ultraperiférico más grande de la Unión Europea si no fuera por el siguiente lugar al que viajamos: Groenlandia.

El suelo de la Unión Europa llega hasta las heladas latitudes polares gracias a Groenlandia, un pedazo de tierra de dos millones de kilómetros cuadrados que desde 1814 pertenece a Dinamarca. Son apenas 57.000 habitantes los que pueblan esta isla congelada, repartidos en ciudades como Nuuk, Sisimiut o Ilulissat. En 1978 Dinamarca otorgó autonomía a Groenlandia, y en 2008 transfirió las competencias restantes al gobierno local (asuntos exteriores, seguridad, finanzas…). Por ello muchas veces se olvida que Groenlandia pertenece a Dinamarca. Y de hecho depende mucho del reino danés: cada año recibe 650 millones de dólares (11.500 dólares para cada habitante de la isla).

Aun así el subsidio no ha conseguido que los vecinos de Groenlandia superen los graves problemas sociales que sufre la isla. A la pobreza, el desempleo, la violencia y el alcoholismo se suman la depresión y los suicidios. La mejor temperatura de la que pueden disfrutar durante el año se da en ciertos puntos de la costa y, con suerte, llega a los 10ºC. Sin embargo el frío no es lo peor: los ciclos de luz hacen que la vida sea en oscuridad, y se busque refugio en las tabernas. Uno de cada cuatro habitantes de Groenlandia ha valorado la posibilidad de suicidarse en algún momento de su vida. Una horrible realidad que ya analizamos en VENTURA.

Mucho mejor viven los europeos que nacen en alguna de las islas de la Polinesia Francesa, una colectividad de archipiélagos que suman un total de 118 islas. Algunas de las más famosas son Tahití o Bora Bora, nombres relacionados con lo exótico y lo paradisíaco. Ciertamente, desde que Fernando Magallanes llegó a Puka Puka en 1521, aquellas playas y esas aguas cautivaron a los europeos. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII portugueses, franceses, españoles, holandeses e ingleses exploraron esta esquina del sur del Pacífico. Pedro Fernández de Quirós llegó a Tuamotu en 1605, Jakob Roggeveen desembarcó en Bora Bora en 1722, Samuel Wallis visitó Tahití en 1767… Todos ellos se encontraron con poblaciones indígenas que habitaban las islas y sobre las que hay varias teorías: se cree que llegaron a la región polinesia navegando desde el Sudeste Asiático hacia el 1500 a.C.

La Polinesia Francesa es el territorio ultraperiférico más alejado de Bruselas, capital política de la Unión Europea. En 1842 Francia obligó al rey indígena Pomare IV a aceptar el establecimiento de un protectorado, pero en 1880 su sucesor Pomare V cede completamente la soberanía de todos los territorios tahitianos. En 1914 Papeete, capital de la Polinesia Francesa, es bombardeada por dos cruceros alemanes en el marco de la Primera Guerra Mundial. En la actualidad la Polinesia Francesa tiene 276.000 habitantes, que disfrutan de un Índice de Desarrollo Humano de 0,737 Muy Alto y de una economía basada en el turismo.

Por su parte el archipiélago de Nueva Caledonia, más cercano a las costas australianas, es un territorio europeo con un largo historial de lucha por la independencia y a la espera de un referéndum de autodeterminación. Con 100.000 habitantes, Numea, capital de Nueva Caledonia, es la ciudad europea más grande del Océano Pacífico.

Vecinas de Nueva Caledonia son Wallis y Futuna, un grupo de tres islas tropicales de origen volcánico en las que viven 12.000 personas. En 1837 misioneros franceses convirtieron al catolicismo a la población local, principalmente caníbales. Durante la Segunda Guerra Mundial, el archipiélago fue utilizado como base militar por los Aliados en operaciones contra el Imperio de Japón, que trató de invadir la isla de Wallis entre 1941 y 1943.

Mucho más al sur se encuentra la solitaria y fría isla de Kerguelen, que como un escenario pensado para una película de terror presenta una geografía cubierta por una constante niebla y rodeada por aguas negras. El viento sopla erosionando la roca y un grupo de 60 científicos pasa el año estudiando oceanografía y geofísica. La iglesia de Notre-Dame des Vents es el templo francés más austral del mundo. La isla de Kerguelen tiene 6.700 kilómetros cuadrados y un alto volcán de 1.850 metros de altura rodeado de glaciares. Sin duda es el territorio europeo más inhóspito y desconocido.

Cambiamos de temperatura volando hasta Aruba, en las Antillas Menores del Mar Caribe. Las Antillas Menores son un grupo de islas caribeñas de pequeño tamaño entre las que hay varios países soberanos, como Granada o Dominica, y también algunos territorios europeos, como Guadalupe, Martinica o Aruba. Este último goza de un estatus complejo de «país constitutivo» dentro del Reino de los Países Bajos, si bien todos los habitantes de la isla tienen el pasaporte neerlandés. Aruba fue colonizada inicialmente por España desde el año 1499, y conquistada por la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales en 1636.

Aruba es una isla de 180 kilómetros cuadrados y 106.000 habitantes, llana y sin ríos. Con un Índice de Desarrollo Humano muy alto de 0,855, Aruba vive del turismo, algo que se observa en la lista de conexiones de su modesto aeropuerto: Nueva York, Amsterdam, Miami, Brasil, Perú… a todos los rincones del mundo.

Los Países Bajos también poseen las llamadas Antillas Neerlandesas, que desde el 10 de octubre de 2010 no existen oficialmente y han pasado a ser, de manera independiente, las islas de Bonaire, Saba y San Eustaquio. Desde 1954 estas y otras islas más pequeñas fueron unidas políticamente bajo la denominación de «Antillas Neerlandesas», una unión que duró hasta 2010, cuando cambió el estatus. Un cambio en el papel que en nada afectó a los 230.000 habitantes, que siguen reinados por Guillermo Alejandro de los Países Bajos.

En el año 1153 el famoso geógrafo ceutí Al-Idrisi representó la Isla de Réunion en un mapamundi. ¿Cómo es posible? Hay quienes aseguran que en algún momento del siglo X una flota árabe llegó a la isla. Muchos años después, en 1638, los franceses ocuparon este territorio de 2.500 kilómetros cuadrados y lo administraron desde Port Louis, capital de Mauricio. El nombre de Réunion se estableció durante la Convención Nacional, en 1793. La isla vive de la exportación de azúcar de caña, principal cultivo de este trozo de tierra en mitad del Océano Índico y bajo un clima tropical.

No muy lejos (bueno sí, pero relativamente cerca) está la isla de Mayotte, también perteneciente a Francia y con una población de 256.000 habitantes. Situada al otro lado de Madagascar, frente a las costas de Mozambique, Mayotte fue cedida a Francia junto con el resto de las islas Comoras en 1843. En 1974, mientras Comoras votaba en referéndum establecerse como un país autónomo, los habitantes de Mayotte decidieron seguir unidos a la República francesa. Aunque se hicieron varios referéndums para ver si se independizaban, Francia se ha tenido que quedar con Mayotte como un regalo no deseado: en la isla rige la Sharia o «Ley Islámica», lo cual supone una incómoda situación en la política interna del país laico.

En otro océano queda nuestro siguiente destino, el destino de cientos de miles de ingleses cada verano: las Islas Canarias. Este grupo de ocho islas fue visitado por navegantes genoveses en 1312 y por mallorquines en 1350. Durante el siglo XV tuvo lugar la conquista española de las islas, desde 1402 (Lanzarote) hasta 1496 (Tenerife). El archipiélago es de origen volcánico, y en el Parque Nacional de Timanfaya se puede observar un espectacular paisaje de antiguos volcanes dormidos, mirando al mar.

Las Islas Canarias vivieron un momento histórico decisivo cuando, el 25 de julio de 1797, el almirante de la Marina inglesa Horacio Nelson fue derrotado en la Batalla de Santa Cruz de Tenerife. Tan solo 1.700 milicianos españoles derrotaron a los 4.000 soldados ingleses que trataron de someter el archipiélago al mandato de la Corona Británica. Desde entonces Canarias no ha dejado de crecer, constituyéndose como uno de los grupos de islas más poblado del Atlántico, con más de 2,1 millones de habitantes.

Al norte de Canarias se encuentra Madeira, archipiélago de 270.000 habitantes conquistado por Portugal en 1425. Fue necesario talar gran parte de la densa laurisilva que cubre estas islas para poder desarrollar la agricultura. En la actualidad es conocido su aeropuerto por ser, según dicen, el más peligroso del mundo: a la pista de aterrizaje al borde del mar se le suman las turbulencias provocadas por los fuertes vientos que azotan la zona.

También pertenecen a Portugal, y por tanto a la Unión Europea, las islas Azores, un conjunto de nueve islas de entre 50 y 750 kilómetros cuadrados y poblado por 250.000 personas. Durante la Edad Media se situó en estas latitudes la mítica Atlántida, y muchos años después, en marzo de 2003, tuvo lugar la famosa Cumbre de las Azores, que reunió a George W. Bush, Jose María Aznar y Tony Blair para lanzar un ultimátum de 24 horas al Gobierno iraquí de Saddam Hussein para que se desarmara. Las Azores mantienen una economía diversificada entre la pesca, la agricultura y el turismo.

Los territorios europeos de la región macaronésica (Canarias, Azores y Madeira) se sienten mucho más cercanas en el imaginario colectivo de los ciudadanos de la Unión Europea. Millones de personas han volado a las islas atlánticas, que quedan a unas cuatro horas de Bruselas. Son otras regiones como Groenlandia, la Polinesia o las islas perdidas en el Índico las que ningún europeo considera parte de su continente. Es increíble pensar que la Unión Europea es también la helada isla de Kerguelen o las paradisíacas playas de Bora Bora.