Cuando se escucha la palabra Seguridad, inmediatamente una serie de imágenes acuden a nuestra cabeza. Armas, explosiones, guerra, policía, un robo, un terrorista, una reunión secreta de altos mandos militares, un muro, disparos… Todo un imaginario relacionado con lo que nos evoca ese término tan repetido: Seguridad.
Pocas veces pensamos en un suelo de tierra seca y agrietada de un país africano, en los diques que se levantan frente a las costas holandesas, en camiones que transportan troncos recién cortados o en una simple fábrica en medio del bosque. No lo creemos, pero todas estas imágenes están también relacionadas (y mucho) con la seguridad del ser humano.
Desde el año 1994, alrededor de 2.500 millones de personas han padecido problemas de seguridad causados por desastres ambientales, según datos del Centre for Research on the Epidemiology of Disasters (CRED). Esta organización que analiza problemas medioambientales como las inundaciones, las sequías o los terremotos apunta en su Informe Anual de 2015 que más de 175 millones de personas sufren al año los efectos de desastres relacionados con el medio ambiente. La propia ONU confirma la importancia de la seguridad medioambiental. Según las cifras de Naciones Unidas, actualmente hay alrededor de 20 millones de personas desplazadas por causas ambientales.
Datos alarmantes, si bien esta problemática no es nueva. Ya en el año 1985, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) dio la primera definición para el concepto refugiados medioambientales: “Aquellas personas que se ven forzadas a abandonar sus hogares, de forma temporal o permanente, debido a una alteración medioambiental (de origen natural o humano) que pone en peligro su existencia o afecta seriamente a sus condiciones de vida.”
Entre 1994 y 2013 se registraron 6.873 desastres naturales que provocaron más de 1.350.000 víctimas mortales, según el CRED. Con una media de casi 68.000 muertos al año por problemas ambientales, la comunidad internacional no puede obviar que la seguridad medioambiental es un asunto prioritario en la agenda actual.
CONSECUENCIAS NATURALES Y HUMANAS, CAUSAS NATURALES Y HUMANAS
El 91% de los desastres ambientales están relacionados con el clima, y el resto tienen que ver con la energía interna de la tierra u otras causas. El cambio climático ocupa un lugar central entre los causantes de este tipo de problemas: deshielo polar, sequías, bosques en retroceso, desastres metereológicos, extinción de especies, daños en la capa de ozono… etc. Y las consecuencias también afectan a la dimensión social: refugiados ambientales, cambios agrícolas forzosos, peligro de desaparición de costas…
Pero no todos los problemas ambientales son causados por la dinámica natural del planeta, muchos de estos desastres ambientales son consecuencia de la actividad humana. El ser humano contribuye a generar inseguridad mediante la contaminación del medio ambiente, la dependencia energética del petróleo, la expansión urbana, la degradación de los suelos cultivables, los peligros de la energía nuclear… Toda una serie de prácticas que acaban provocando escasez de agua, falta de alimentos, disminución de recursos energéticos, contaminación del aire y del agua… y una larga lista de efectos negativos.
A continuación repasamos algunos ejemplos de problemas de seguridad relacionados con el medio natural y que afectan a cientos de miles de personas en todo el mundo.
LA SUBIDA DEL NIVEL DEL MAR
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglás en inglés) prevé que el nivel medio de los océanos crecerá entre 18 y 59 centímetros antes del año 2100. Ante esta posible realidad, en Tuvalu, donde la mayor parte de las franjas de tierra se sitúan a 50 centímetros sobre el nivel del mar, sus 11.000 habitantes ya están pensando en encontrar refugio en países vecinos, como Nueva Zelanda o Australia, que a su vez ya han puesto pegas a la llegada de estos potenciales inmigrantes. Se abrirá así un importante dilema internacional sobre la gestión y acogida de estos refugiados ambientales, ¿quién se hará responsable de ellos?.
Otras previsiones más pesimistas informan de una elevación del nivel de los océanos de uno a tres metros, lo cual pondría en peligro a decenas de países y regiones del mundo: Países Bajos, Bangladés, la Camarga en Francia, Manhattan, el Delta del Mekong, el Delta del Nilo… Desde el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calculan que, por cada centímetro que suba el nivel de los océanos, habrá un millón de desplazados más en el mundo. Todo un reto para la seguridad humana a nivel internacional.
SEQUÍAS EN EL SAHEL
El famoso conflicto de Darfur, que ha alcanzado ya los 200.000 muertos y los 2 millones de desplazados, comenzó realmente por un problema ambiental: el aumento progresivo de las temperaturas en la región a causa del cambio climático provocó a principios de 2003 un conflicto en el Oeste de Sudán entre pastores nómadas y granjeros sedentarios, que ya no querían compartir las tierras empobrecidas por la sequía.
Más de mil millones de personas sufrieron los efectos de las sequías durante el periodo 1994-2013 en todo el mundo, según datos del Informe Anual de 2015 del CRED. África es el continente que más ha padecido este tipo de desastre, con un total de 131 sequías en los últimos veinte años. Algunas de ellas han llegado a durar meses, como la sequía de 2011 en el Cuerno de África, que causó una crisis alimentaria que afectó a 12 millones de personas en Sudán, Etiopía, Somalia, Kenia, Yibuti y Eritrea. Comenzó en Julio de 2011 y se dio por finalizada hacia Agosto de 2012, acabando con la vida de hasta 250.000 personas, si bien los conteos de víctimas mortales no terminaron de coincidir en un número concreto.
Según los datos, para el año 2020 unos 135 millones de personas corren peligro de tener que abandonar sus tierras por la continua desertificación, de ellas 60 millones en el África subsahariana.
TERREMOTOS QUE AFECTAN CON DISTINTA MAGNITUD
Dos datos ayudan a comprender cómo funcionan los problemas de seguridad ambiental en el mundo actual: en el periodo 1994-2013 los desastres naturales se llevaron la vida de 181.900 personas en los países desarrollados; mientras tanto, en un país subdesarrollado como Haití, únicamente el terremoto del año 2010 causó 222.600 muertos.
El terremoto registrado en Nepal en 2011 tuvo una intensidad de 6.9 en la escala de Richter, con un saldo de 170.000 afectados, 25.000 casas dañadas y 8.300 edificios destruidos. El terremoto sufrido en Chile en el año 2005 fue de más intensidad (7.9) y sin embargo afectó únicamente a 27.000 personas y a 8.000 casas, destruyendo menos de 500 edificios.
La gravedad del impacto que tienen los desastres naturales depende del nivel de desarrollo de cada territorio. Es lógico pensar que en un país menos desarrollado existirán peores infraestructuras para aguantar el golpe de un desastre natural (una inundación, un huracán, un terremoto…). Además de ser más vulnerables a los riesgos ambientales, las sociedades subdesarrolladas son también las que peor pueden gestionar las acciones post-devastación, de forma que el impacto del terremoto o del huracán trasciende el momento preciso del desastre y se alarga en el tiempo durante meses o incluso años, como hemos podido ver en el caso de Haití. Durante ese tiempo que tarda la sociedad en reconstruirse por completo no se generan los recursos que se generaban antes dell cataclismo, y sectores como el turístico o el industrial sufren graves retrocesos económicos que no hacen sino agravar el impacto del desastre. Por ello, podemos decir que un desastre natural en un país subdesarrollado es un doble desastre.
INUNDACIONES EN EL SUDESTE ASIÁTICO
Según los datos del CRED, en el periodo 1994-2013 las inundaciones dañaron 66 millones de casas en todo el mundo. Esto supone el 57% del total de viviendas afectadas por desastres naturales, lo que quiere decir que las inundaciones son una de las amenazas ambientales que más ponen en riesgo la seguridad de las personas.
A nivel global encontramos ciertas zonas donde el riesgo de inundación es especialmente alto, como los deltas de los grandes ríos en el Sudeste y Este de Asia. Cuando estas interminables corrientes de agua llegan a su parte más baja se encuentran con otros ríos, y la cantidad de agua en ocasiones desborda las capacidades de los cauces y de la tierra. Cuando eso ocurre en zonas superpobladas como el Delta del río Brahmaputra, cientos de pueblos y ciudades de Bangladesh sufren importantes inundaciones, especialmente en primavera, cuando las nieves del Himalaya comienzan a derretirse y bajan hacia el Golfo de Bengala. Durante el S.XX Bangladesh sufrió dieciocho grandes inundaciones, con mención especial para las que tuvieron lugar en 1988, que sumergieron bajo el agua el 60% del territorio del país, y las de 1998, que dejaron sin casa a más de 30 millones de personas.
Una de las inundaciones graves más recientes fue la que asoló Tailandia durante la temporada monzónica de 2011. Provocadas por la crecida de varios ríos tributarios de la cuenca del Mekong a causa del incremento de las precipitaciones en el norte del país, las inundaciones que durante meses arrasaron el país tuvieron un coste de 45.000 millones de dólares y dejaron 13 millones de personas damnificadas. Estas inundaciones son un buen ejemplo de cómo la seguridad ambiental afecta directamente a la sociedad, no tanto por poner en peligro la propia seguridad de las personas, sino por generar inseguridad económica también: durante este desastre natural, Tailandia tuvo que detener su producción industrial, lo cual provocó una escasez de suministros a nivel mundial.
CONTAMINACIÓN EN LA INDIA
Los datos de la Organización Mundial de la Salud revelan que siete de las diez ciudades más contaminantes del mundo se encuentran en la India. Lejos de ser una cuestión de casualidades geográficas o dinámicas demográficas, esta realidad está directamente relacionada con un determinado modelo de desarrollo económico. Las economías de aglomeración y el abaratamiento de la mano de obra fomentan que en países como la India la producción económica desborde las capacidades del territorio y hasta de la propia sociedad. Sumando a este cóctel la avaricia y la irresponsabilidad de algunas grandes multinacionales, nos encontramos en el escenario perfecto para que se den desastres que afecten gravemente al ser humano y al medio ambiente.
En 1984, la catástrofe industrial más grande de la historia tuvo lugar en la ciudad de Bhopal, en el centro de la India. Un escape de gas tóxico en la planta de la multinacional estadounidense Union Carbide formó una nube letal que mató a unas 7.000 personas inmediatamente. Durante las siguientes semanas, murieron otras 12.000 personas. El entorno del lugar del accidente quedó seriamente contaminado por sustancias tóxicas y metales pesados que tardarán décadas en desaparecer.
150.000 personas sufrieron lesiones permanentes como ceguera, parálisis, trastornos neurológicos, dificultades respiratorias, alteraciones hormonales, a causa de un desastre ambiental que no fue casual. Desde 1969 la empresa norteamericana había estado vertiendo productos químicos directamente en el terreno, colmando los depósitos de desechos y esparciendo sustancias peligrosas por el subsuelo, que contaminaron los pozos y los acuíferos de la zona. Un caso paradigmático de la relación entre actividad antrópica, degradación del medio ambiente y problemas de seguridad humana.
CUIDAR EL MEDIO AMBIENTE PARA MEJORAR LA SEGURIDAD HUMANA
En 1989, el entonces Director Ejecutivo del PNUMA, Mustafa Tolba, afirmó que hasta 50 millones de personas podrían convertirse en refugiados medioambientales si el mundo no actuaba para apoyar el desarrollo sostenible, por ello en la actualidad desde la ONU se está trabajando sobre seis dimensiones ambientales: gestión de los ecosistemas, vertidos químicos y desechos, gobernanza medio ambiental, desastres y conflictos, cambio climático y eficiencia de los recursos naturales. Estos son los principales problemas que suponen retos para el S.XXI en materia de seguridad ambiental.
Durante la Cumbre del Milenio organizada por la ONU en el año 2000, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan afirmó que “la comunidad internacional no estaba otorgando a las generaciones futuras la libertad para sostener sus vidas en este planeta” y que en realidad se estaba “saqueando el patrimonio futuro de nuestros hijos para mantener unas prácticas actuales que no son sostenibles desde el punto de vista ambiental”. Se reconocía así por parte de la ONU que el modelo de desarrollo y el funcionamiento del sistema económico global no podían mantenerse durante mucho más tiempo.
Los ecosistemas y el medio natural no deben ser protegidos únicamente por ser patrimonio de la Humanidad, sino porque además son clave en el crecimiento económico y sólo a través de su perdurabilidad es posible el desarrollo a largo plazo. En opinión de los expertos, una buena forma de comenzar a trabajar en la dirección de la sostenibilidad y el cuidado ambiental es adoptando el principio general de «quien contamina, paga». Si bien es cierto que esta política que penaliza las malas prácticas ambientales de las grandes empresas y los gobiernos no está dando muchos resultados.
La situación no es sostenible y empeorará conforme pasen los años. Norman Myers, el autor más citado cuando se habla de seguridad medioambiental, ha sugerido que para el año 2050 el mundo podría enfrentarse a una situación insostenible, con más de 250 millones de refugiados medioambientales. Para no llegar a ese horizonte, todos los actores internacionales, tanto gobiernos como instituciones y empresas, deben actuar conjuntamente, en busca de un modelo de desarrollo que no sobreexplote el medio natural y trabajando para dotar de mejores infraestructuras y mayor nivel de vida a todas esas personas que sobreviven día a día en situaciones de inseguridad ante los problemas ambientales.