Entre los siglos XI y XIII tiene lugar un renacimiento de las ciudades en toda Europa. La vida urbana creció de la mano del comercio y del aumento de la población. A las ciudades llegaban campesinos desde el mundo rural en busca de mejores trabajos, y de las ciudades salían carros cargados de bienes para comerciar. Tras unos siglos de confusión después de la caída del Imperio romano, por fin Europa parecía despertar.
Algunas de las razones que motivaron este resurgir urbano fueron la reactivación del comercio y las nuevas técnicas agrícolas, que hicieron necesaria mucha menos mano de obra en el campo y permitieron el crecimiento demográfico. Así, las ciudades se llenaron de gente. Se calcula que había varias ciudades de 50.000 habitantes, como Brujas, Gante, Florencia, Venecia, Génova o París. En las ciudades los vecinos eran libres, no estaban bajo el control de ningún señor feudal. Cada ciudad tenía su propio gobierno, el ayuntamiento, que estaba dirigido por un alcalde.
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Las ciudades medievales estaban rodeadas de murallas para su protección. En sus puertas se solían cobrar impuestos para las mercancías que entraban en la ciudad, y por la noche se cerraban completamente. En su interior, la ciudad se dividía en barrios. Las calles eran pequeñas y numerosas, no había una buena planificación del espacio. Además, estaba todo muy sucio, con calles sin adoquines y llenas de barro y animales domésticos. Tampoco había alcantarillas, y la basura se tiraba por la ventana. Las enfermedades eran frecuentes. El espacio centra era la plaza del mercado, donde los comerciantes colocaban sus tenderetes y donde tenían lugar los acontecimientos más importantes (festivales, ajusticiamientos…).
Comercio: mercados, ferias y gremios
Los artesanos y tenderos constituían la mayor parte de la población urbana. Las tres actividades más importantes (el textil, la alimentación y el trabajo de la madera y del hierro) se subdividían en infinidad de oficios especializados. Así, el trabajo del carnicero (que adobaba la carne) no era el mismo que el del charcutero, el tripero o el matarife.
Los diferentes gremios, que en un principio eran asociaciones religiosas destinadas a la ayuda mutua y a la caridad, pronto se convirtieron en sociedades comerciales que establecieron reglas estrictas para cada oficio. Decidían los criterios de calidad, los salarios, la prohibición del trabajo nocturno, los períodos de aprendizaje y la admisión al grado de maestro. Se castigaba con severidad a los miembros que infringieran las reglas, y nadie podía practicar el oficio sin ser del gremio correspondiente.
Al aumento del comercio en toda Europa ayudaron mucho las ferias, reuniones de mercaderes que se repetían todos los años en la misma ciudad. Las más importantes entre los años 1150 y 1300 fueron las Ferias de Champaña, en Francia. Más tarde se iniciaron la Feria de Pamplona (1324), la Feria de Albacete (1375) o la Feria de Medina del Campo (1421). El intercambio de productos iba acompañado de un importante intercambio cultural: los comerciantes (procedentes de distintos países) hablaban entre sí, se conocían y compartían ideas e inventos.
Cultura: universidades y monasterios
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Entretenimiento: torneos, fiestas y carnaval
Las ciudades eran también centro de ocio. Había representaciones teatrales, bailes de disfraces, procesiones, juegos… En cada barrio o gremio había cofradías, que eran asociaciones que organizaban todo tipo de fiestas. Los jóvenes se agrupaban en las llamadas abadías de juventud, que hacían bromas a los vecinos.
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