Una sociedad que despierta

“Mi mayor reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiesta”. En septiembre de 2012, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, agradeció a la “inmensa mayoría” de españoles por no manifestarse contra las decisiones del Ejecutivo, asumir los sacrificios y trabajar por sacar a España de la crisis. En su discurso, el presidente asumía que el cien por cien de la gente que no estaba en la calle le daba su apoyo. El Gobierno hizo suya esa ‘mayoría silenciosa’ que, sin decir nada, estaba diciendo que apoyaba las decisiones de Rajoy.

Esta situación se daba cuando España tocaba fondo en la crisis económica. Asumir que la población aceptaba los recortes y las medidas de austeridad hizo estallar la crisis política, que se ha reflejado recientemente en la caída del bipartidismo y en la irrupción de nuevos actores en la actualidad política.

Con la ‘aprobación’ de una mayoría silenciosa que no se pronunciaba, el Gobierno siguió con sus reformas, ajeno a lo que realmente ocurría en la calle. Las protestas se organizaron en mareas, la sociedad civil fue adquiriendo conciencia, la ciudadanía se alejó definitivamente de las formas tradicionales de hacer política, y así se terminó de gestar lo que ha aparecido ahora: el reflejo político de los gritos ciudadanos, que por fin han despertado y quieren recuperar el país.

“¿Queréis cambiar las cosas? ¡Salid de esas tiendas de campaña y presentaos a las elecciones!”. De esta forma ridiculizaron y menospreciaron los poderes mediáticos y políticos a los movimientos como el 15-M. Después de varios años de continuas manifestaciones, en este 2014 ha habido menos protestas en la calle. En cambio ha aparecido algo nuevo: un partido político que defiende los gritos de aquella sociedad que despertaba en 2011 y 2012.

Han dejado de acampar en las plazas y ahora forman asambleas y organizan la forma para arrebatar las instituciones a los partidos tradicionales. Bajo distintas etiquetas, la ciudadanía por fin tiene voz. Sin duda el actor principal y más conocido es Podemos, del que ya se han escrito todo tipo de artículos. Existen sin embargo muchas otras iniciativas como Frente Cívico o Ganemos, que también pretenden un cambio en las formas de hacer política y en llevar el poder ciudadano a los ayuntamientos.

Mientras que Podemos se perfila como un partido de gobierno a nivel estatal, que consiga arrebatar el poder nacional al PP y al PSOE, las otras iniciativas como Ganemos tienen un carácter municipalista que les hace tener objetivos de menor dimensión, pero aun así muy importantes: entrar en las instituciones de cada pueblo y ciudad para llevar la voz de la calle a los parlamentos y ayuntamientos.

Lo que indican los fenómenos de Podemos y Ganemos es una voluntad de cambio por parte de la sociedad, que ya no se conforma con los discursos repetitivos de quienes han tenido el poder durante los últimos 40 años. El Partido Popular y el Partido Socialista no pueden hacer frente a estos movimientos, porque no pueden aplicar las tácticas tradicionales de la crítica política (el “y tú más”, las acusaciones de corrupción…) contra Podemos o Ganemos. Porque Podemos o Ganemos no son marcas, no son siglas, no son ‘partidos’. Son personas. Miles de personas. Millones. Son la gente de la calle.

Alguien puede pensar: “Bueno, el PP y el PSOE también tienen detrás a millones de personas”. Pero la realidad demuestra que las decisiones que toman tanto PP como PSOE no están encaminadas a atender a esas millones de personas, sino a los intereses de unos pocos. Y ahí es donde encontramos y debemos señalar a la casta. Es ese grupúsculo de empresarios, políticos y personalidades de las altas esferas de los poderes fácticos que se benefician de las decisiones de los partidos tradicionales. Por ello no podemos pensar que el PP o el PSOE están representando a millones de personas, porque los millones de personas que votaron al PP o al PSOE no son ladrones, no son corruptos, no son estafadores, no tienen sobresueldos, no se sientan en un consejo de administración.

El PP y el PSOE pueden denominarse de manera objetiva como “partidos de la casta” porque, efectivamente (y la hemeroteca lo demuestra), representan y defienden a la casta. En ese sentido son diametralmente opuestos a las nuevas formaciones ciudadanas que, como su propia composición demuestra, representan y defienden a la ciudadanía. Ganemos o Podemos nacen en la calle, y defienden a la calle. Las cúpulas de PP y PSOE viven alejados de la calle, y no pueden (porque no saben) defender a la calle.

“Si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo”. Algo parecido ocurre en política. Llevamos décadas dejando que se encarguen de nuestra economía y de nuestra sociedad personas ajenas a nuestra economía y a nuestra sociedad. Si queremos que a la gente le vaya bien, la gente debe tener el poder. Una vez librados del miedo y de la inacción, es hora de pasar a defender nuestros intereses como ciudadanía. Y eso ya no se hace rompiendo una papelera, tirando una piedra a un cristal o pegando a un policía. Las protestas violentas fueron la primera parte de esta ‘revolución light’. Ahora ha llegado la segunda parte: tenemos plataformas políticas que defienden nuestros intereses como ciudadanos y que quieren llevar el poder de la gente a las instituciones, debemos apoyarlas para vencer definitivamente a quienes nos han estado engañando y robando.

Seguir dando el poder a los partidos tradicionales será seguir tropezando con la misma piedra. Y no podemos volver a tropezar. No podemos cometer ese error como sociedad. Hemos despertado y debemos demostrarlo. Es el momento histórico para hacerlo. No habrá otra oportunidad.