Historia de la Pintura (1): arte paleocristiano, prerrománico y románico

Comenzamos con este artículo un viaje lleno de color y sensaciones, de imágenes y escenas. Saltando de cuadro en cuadro, del pincel en pincel, visitando museos y viajando al pasado. Un recorrido a lo largo de la historia que nos llevará a conocer las principales etapas de la pintura, un arte fascinante cargado de información y capaz de transmitir todo tipo de sentimientos. La serie Historia de la Pintura se compone de doce capítulos, y abarca desde la pintura paleocristiana del siglo III hasta las vanguardias del siglo XX.

«La pintura paleocristiana se extiende hasta el siglo VI en que comienza el estilo bizantino. Con las influencias de éste se forma en Occidente el «latino-bizantino», que se llama románico desde el siglo XI. Pero en la segunda mitad del siglo XIII surge la restauración italiana con maneras que se dicen góticas para transformarse en perfecto Renacimiento con mayor belleza de formas a partir del siglo XV». – Francisco Raval y Ayerbe, ‘Arqueología y Bellas Artes’, 1920

En el presente capítulo avanzamos desde los frescos cristianos primitivos hasta la pintura del románico. Cubrimos un periodo de diez siglos en los que el material pictórico disponible actualmente no es tan abundante. Sin embargo, es muy interesante repasar estas fases de la historia del arte, para comprender la revolución que se vivió con los maestros flamencos y el estilo gótico, de la que hablaremos en el Capítulo 2 de Historia de la Pintura.

Es a partir del siglo XIV, con la aparición de las técnicas propias de la pintura gótica (el uso del óleo), cuando el arte del dibujo comienza a explotar todo su potencial. Hasta entonces, en las fases paleocristiana, prerrománica y románica, encontramos que la pintura aparece únicamente o bien en paredes y techos en forma de frescos y murales, o bien decorando los bordes de las páginas de libros y manuscritos. Y lo hace con técnicas sencillas y poco desarrolladas. La vista aérea, la perspectiva, la profundidad, la fiel representación de la realidad, el movimiento, las emociones o la profusión de detalles aparecerán más adelante, con el desarrollo de la pintura gótica.

En cualquier caso es necesario empezar por el principio, y repasar las obras que se produjeron en las primeras etapas de la pintura, de la mano de una joven religión que llegó de pronto, y llegó para quedarse.

Pintura paleocristiana

Sin duda el siglo IV fue el siglo del cristianismo. En pocos años pasó de ser una religión perseguida por las autoridades a ser la mayoritaria y más poderosa. Para evitar llenar párrafos de explicaciones históricas, es interesante leer sobre los siguientes acontecimientos: la Persecución de Diocleciano (año 303 d.C.), el Edicto de Tolerancia de Nicomedia (año 311 d.C.), el Edicto de Milán (año 313 d.C.) y la Persecución a los paganos (a partir del 319 d.C.). En apenas veinte años, la comunidad cristiana dejó de ser perseguida y comenzó a disfrutar de leyes que les beneficiaban y castigaban al paganismo. De pronto Zeus, Atenea y Poseidón dejaron de estar bien vistos, y se prohibió visitar sus templos.

Es en este contexto en el que se desarrolla el arte paleocristiano, que en su vertiente pictórica nos dejó importantes obras en forma de frescos. Podemos fechar esta etapa artística entre los siglos III y VI, y resulta curioso comprobar que la mayoría de las pinturas están realizadas en catacumbas bajo tierra. ¿La razón? El cristianismo se practicaba en secreto, y los cristianos debían ocultarse en cuevas para rendir culto y realizar sus ceremonias.

Pese a estar perseguidos y vigilados, hacia el año 150 d.C. los cristianos construyeron un par de pequeños templos sobre las tumbas de San Pedro y San Pablo y comenzaron a realizar su culto. Para el año 300 d.C se calcula que la comunidad cristiana en el Imperio Romano alcanzaba los seis millones de personas. A partir del año 313 d.C., con el Edicto de Milán, la libertad religiosa permitió a los cristianos edificar basílicas, baptisterios, iglesias, sepulcros, etc., y el arte de la pintura salió de las catacumbas para decorar las paredes y techos de estos nuevos edificios religiosos. Esta decoración tuvo más éxito y ha pervivido hasta nuestros días mayoritariamente en forma de mosaicos. La pintura paleocristiana quedó relegada a la ilustración de códices a partir del siglo IV y dejó de adornar muros y paredes.

Técnicamente, la pintura paleocristiana ofrece trazos sencillos y dibujos casi infantiles o primitivos en muchos casos (ver el mural Jonás es arrojado al mar), sin ningún tipo de perspectiva, tonalidades o texturas. Los motivos son predominantemente bíblicos, y en ocasiones se utilizan imágenes paganas (e incluso clásicas) para representar nuevos significados. De esta manera, Orfeo pasa a ser San Marcelino, o el Moscóforo representa la imagen del Buen Pastor.

Pintura prerrománica

Al salir de la oscuridad de las catacumbas y abandonar la pintura al fresco, en la etapa del arte prerrománico apenas tenemos ejemplos pictóricos. Los mosaicos están de moda y la pintura queda relegada a la decoración de libros escritos en los scriptorium de los monasterios. Una importante producción de miniaturas tuvo lugar en el Escritorio de San Millán, en Navarra.

Al mismo tiempo que se establecían los reinos germánicos en Europa y en la Península Ibérica se vivían siglos de conquista y reconquista, la producción artística cristiana seguía su curso de crecimiento exponencial. Muy influenciada por el arte bizantino desde el Este, por las miniaturas carolingias del Norte y el Mozárabe ibérico, la pintura prerrománica usa colores planos (sin claroscuros ni sombras), y no muestra volumen ni movimiento en las figuras.

Durante los siglos VI y X hubo varias culturas que abordaron el arte pictórico. Los merovingios dejaron manuscritos ilustrados como el Sacramento gelasiano, con decoración geométrica y natural; los anglosajones dieron más importancia a la figura humana desde la escuela de Canterbury, bajo influencias irlandesas, bizantinas y clásicas; el arte carolingio decoró paredes con la técnica del enfoscado y enlucido, aunque se han conservado pocos restos; y los asturianos dejaron buenas pinturas en iglesias como San Miguel de Lillo o San Julián de los Prados, decoradas con frescos que se han conservado con cierta calidad. En cuanto a los visigodos, no se ha podido encontrar ningún resto de su pintura.

Los cristianos de la Península Ibérica que vivían en territorio musulmán, llamados mozárabes, produjeron una importante cantidad de ilustraciones pintadas en los bordes de los libros. Especialmente famosas son las que acompañan al Comentario del Apocalipsis de San Juan, un volumen realizado en el año 776 por Beato de Liébana. Estas ilustraciones presentan un dibujo vigoroso que marca el contorno de las figuras, un rico colorido que subraya el carácter narrativo de la pintura, la influencia musulmana a la hora de representar edificios… y una clara ausencia de perspectiva y volumen. Carencias que se repetirán durante la pintura románica.

La pintura del románico

Se considera el románico como el primer estilo artístico internacional, la primera moda pictórica que superó fronteras políticas y se aplicó en distintas regiones de Europa. Tuvo lugar entre los siglos X y XIII, y supuso una evolución del arte paleocristiano, otorgando una estilización de las figuras y un mejor uso del color. Sin embargo seguimos en una fase muy primitiva de la pintura, que no se perfeccionaría hasta el periodo gótico.

En las pinturas románicas (que siguen apareciendo principalmente en frescos) la geometrización de las formas dota de un cierto misticismo a las escenas representadas, siempre de temática bíblica. Las figuras aparecen hieráticas, sin movimiento, sin relación entre sí, de manera frontal y rígidas. No se consigue dotar de profundidad a las obras, y los colores utilizados son planos y no están mezclados.

La técnica más utilizada sigue siendo el fresco, para decorar el interior de las iglesias, si bien se utiliza la técnica del temple para hacer retoques en los murales. También encontramos ejemplos de la técnica de pintura a la aguja en varios bordados del siglo X, de los que cabe destacar el Tapiz de la Creación.

Es interesante resaltar una característica muy infantil, y es el recurso de la jerarquización de los personajes: el más importante se dibujaba más grande (en el románica el tamaño sí importa). Encontramos buenos ejemplos de estas pinturas en la Abadía de Saint-Savir-sur-Gartempe, en la Iglesia de San Miguel de Hildesheim y, sobre todo, en el Panteón de reyes de San Isidoro de León.

Uno de los centros de producción más importantes en cuanto a pintura románica es Cataluña, donde se han conservado algunas de las obras más importantes de esta etapa. También es el lugar donde se comienza a apreciar un nuevo soporte para la pintura, superando la piedra de paredes y techos y empezando utilizar la pintura sobre tabla. Esta evolución ocurrió hacia el siglo XII y se observa sobre todo en techumbres de madera.

Ábside de San Clemente de Tahull

En la Iglesia de San Clemente de Tahull, en el pirineo catalán, se encuentra uno de los frescos más famosos del románico. Decorando el ábside, un colorido dibujo representa el Apocalipsis de manera innovadora. Se combinan influencias mozárabes, bizantinas y árabes para dar lugar a una composición poco ortodoxa en el arte románico y que fascinó a artistas venideros. Hay mucha simbología y un buen uso del color para dotar de volumen a las figuras representadas. Sobre el Ábside de San Clemente se ha escrito y analizado mucho, incluso existe un interesante proyecto para reconstruir digitalmente cómo habría sido el diseño original del famoso fresco del Maestro de Tahull.

Prácticamente todas las pinturas de esta época (también del paleocristianismo y del prerrománico) son anónimas, por ello se habla de «Maestros» para tratar de otorgar autoría y buscar semejanzas de estilo entre obras.

EN EL CAPÍTULO SIGUIENTE…

En el capítulo dos de Historia de la Pintura descubrimos cómo, a partir del siglo XIII, las obras comienzan a adquirir mayor calidad en el trazo, mejores técnicas de dibujo (aparecen la perspectiva y la profundidad) y una variedad de temas que, si bien siguen siendo casi siempre religiosos, presentan simbologías muy interesantes. Es la pintura gótica, que tuvo varias etapas y produjo obras impresionantes.