Los pueblos eslavos conforman una de las identidades culturales más importantes del mundo. Su historia se remonta a la Baja Edad Media (la primera vez que se menciona la palabra «eslavos» es en el siglo VI d.C.) y está recorrida por incontables guerras y conflictos que derivaron en numerosos cambios fronterizos.

Si las fronteras tratan de delimitar nacionalidades, con los pueblos eslavos no han sido capaces de acordar una división satisfactoria para todos los implicados. Polacos, checos, búlgaros, rusos, bielorrusos, ucranianos, pomeranios, silesios, serbios, bosnios… La historia de estas nacionalidades es la historia del cambio continuo de fronteras. Alcanzado el siglo XXI, las tensiones no se han resuelto.

En este artículo hacemos un recorrido por la historia de una de las fronteras más complejas: la que separa a Ucrania y Rusia. La delimitación actual de ambos países es el resultado de mil años de historia que repasaremos a continuación a través de mapas y señalando los eventos históricos más importantes.

Capítulo 1. Rus de Kiev, el origen de todo

La historia de Ucrania y Rusia comienza con los vikingos suecos, llamados varegos. Éstos abandonaron la región escandinava y se dirigieron hacia el Este, adentrándose en el corazón de Eurasia y asentándose en las actuales Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Los varegos se dedicaron al comercio y a actividades mercenarias, una práctica muy recurrente en la historia de esta región del mundo.

Uno de los varegos más importantes fue Oleg de Novgorod, que fundó el poderoso estado del Rus de Kiev en el año 882. Nacía así el primer estado eslavo, en la forma de una federación de principados que rendían pleitesía al príncipe de Kiev. Los pueblos eslavos llevaban desde el siglo VI habitando las tierras abandonadas por las tribus germánicas cuando éstas ocuparon el Imperio romano, y constituían una identidad eslava caracterizada por el uso de una misma lengua y, a partir del reinado de Vladimiro I de Kiev, por ser fieles a la Iglesia ortodoxa. El Rus de Kiev es considerado tanto por rusos y ucranianos como el origen de sus actuales naciones.

Entre 1054 y 1224 existieron 64 principados dentro del Rus de Kiev, hubo hasta 83 guerras civiles y 293 príncipes se postularon para dominar todo el territorio. Mucho de lo que se conoce de la historia del Rus de Kiev es gracias a la llamada Crónica de Néstor, un libro medieval escrito en eslavo antiguo alrededor del año 1113.

Si la inestabilidad interna se debía a la gran cantidad de principados que convivían dentro del Rus de Kiev, a partir de 1206 surgió un nuevo problema a miles de kilómetros: Gengis Kan fundó el Imperio mongol. Como una plaga, los mongoles se fueron extendiendo conquistando a todos los pueblos que encontraban en su camino.

Las noticias de que los bárbaros habían ocupado ya Asia Central en 1220, los príncipes del Rus de Kiev unieron fuerzas y formaron un ejército para detener el avance mongol en las orillas del río Kalka, entre las actuales Donetsk y Mariúpol. La Batalla del río Kalka, en mayo de 1223, se saldó con una aplastante victoria de los jinetes mongoles.

En 1227 murió Gengis Kan, pero la pérdida de su líder no supuso un freno en la expansión mongola. Bajo el mando de Batú Kan, en otoño de 1236 más de 35.000 jinetes invadieron Bulgaria del Volga, un antiguo estado a las puertas del Rus de Kiev. Ahora nada se interponía entre los mongoles y los eslavos.

Capítulo 2. La Horda de Oro

Entre 1237 y 1240 Batú Kan acometió una invasión a gran escala del Rus de Kiev, comandada por el famoso general y estratega mongol Subotai. En febrero de 1238 quemaron Moscú (que para entonces era una pequeña ciudad) y en marzo se encontraron con la resistencia del príncipe Yuri II, del Principado de Vladímir-Súzdal (uno de los principados más importantes del Rus de Kiev). Tras una dura batalla en el río Sit, Yuri II fue decapitado por los mongoles y su cabeza acabó en manos del propio Batú Kan. En el verano de 1238 entraron en la península de Crimea, arrasando todos los pueblos de la zona. En 1240 cayó la propia ciudad de Kiev. En poco más de dos años el enemigo había sometido a todo el territorio eslavo.

Las prácticas militares mongolas se basaban en la destrucción total. Los testimonios de la época que han sobrevivido en antiguos manuscritos describen cómo los jinetes llegados de Oriente borraban del mapa pueblos enteros y eliminaban el rastro de las ciudades destruyéndolas piedra a piedra. Tal violencia impactó y marcó para siempre a los eslavos, que durante 240 años vivieron bajo el dominio mongol.

En 1242 Batú Kan establece la capital del nuevo estado, la Horda de Oro, en Sarai, para mantener control sobre la cuenca del Volga. Algunas grandes ciudades como Novgorod quedaron a salvo de la destrucción mongola por su lejanía y por el frío invernal.

Danilo Románovich, gobernante del Principado de Galitzia-Volyna (otro de los muchos principados del Rus de Kiev), estuvo determinado a impedir la conquista y se enfrentó a Batú Kan. Aguantó con coraje el empuje de la Horda de Oro, pero finalmente en 1246 se vio obligado a jurar lealtad al kan.

Batú Kan impuso un sistema burocrático de recaudación de impuestos y mantuvo a los principados eslavos como estados vasallos. Los príncipes fueron forzados a aceptar el señorío mongol, pero no perdieron su identidad estatal ni nacional. La religión de la Horda era el chamanismo, pero no eran fanáticos: permitieron la libertad de culto y la Iglesia ortodoxa mantuvo su influencia en las tierras eslavas a través del patriarca de Kiev. En este sentido, la invasión mongola no afectó demasiado a la cultura eslava. Aun así, hubo constantes intentos de liberarse de los invasores, e incluso se cosecharon importantes victorias, como la Batalla de Kulikovo en 1380.

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Capítulo 3. El Principado de Moscú

En 1480 Iván III el Grande, cabeza del Principado de Moscú, se negó a seguir pagando tributos a la Horda de Oro. El kan respondió, como buen guerrero mongol, enviando a su ejército para someter a ese atrevido príncipe. En la batalla del río Ugra, tras 240 años de dominio de la Horda, los moscovitas expulsaron a los invasores e iniciaron la construcción de un nuevo estado: Rusia.

Iván el Grande fue el primero en adoptar el título de Gran Príncipe de toda Rusia. Los rusos comenzaron a constituirse como un grupo étnico diferenciado de los demás en el siglo XV, especialmente con la consolidación del Principado de Moscú como un poder regional. La Horda de Oro no pudo mantener su presencia en un territorio tan vasto y se fragmentó en cuatro entidades políticas distintas: el Kanato de Astracán, el Kanato de Kazán, el Kanato de Siberia y el Kanato de Crimea. Con éste último, sorprendentemente, Iván estableció una relación amistosa y de colaboración militar.

Convencido de su poder, Iván el Grande buscó la expansión hacia el Oeste y entró en guerra con el Gran Ducado de Lituania, poderoso estado vecino fundado en 1230. Tras la Batalla de las Aguas Azules en 1362, Argildas, Gran Duque de Lituania, había conquistado muchos de los principados que habían formado parte del Rus de Kiev, entre los que destacaba la propia ciudad de Kiev. Iván III movilizó a sus ejércitos moscovitas y, tras una guerra que se alargó entre 1500 y 1503, acabó recuperando parte del antiguo territorio del Rus de Kiev, lo que significó cuadriplicar la extensión del Principado de Moscú.

Basilio III, hijo de Iván, siguió su campaña de expansión y llevó la frontera del Principado hasta el río Dniéper, lo que significaba controlar la mitad oriental de la actual Ucrania. El pueblo ucraniano todavía no se había formado como nacionalidad diferenciada, tras haber sufrido siglos de ocupaciones sucesivas.

Capítulo 4. Iván el Terrible y el Zarato ruso

En 1547 el proyecto de Rusia como nuevo país dio un importante paso adelante. La coronación de Iván IV como primer zar supuso la creación inmediata del Zarato ruso, denominación del estado ruso entre 1547 y 1721. Si el Principado de Moscú había buscado el crecimiento hacia el Oeste, entrando en Europa a través de guerras contra Lituania, el Zarato ruso bajo el mandato de Iván IV se fijó en las vastas tierras del Este, ocupadas por los descendientes de los mongoles.

En 1552 Iván conquistó el Kanato de Kazán. La historia cuenta que en la ciudad de Kazán no dejó a nadie con vida, ganándose el sobrenombre de «El Terrible». Cuatro años más tarde sometió al Kanato de Astracán, añadiendo un millón de kilómetros cuadrados al Zarato ruso, y en 1580 inició la conquista del Kanato de Siberia, una enorme región heterogénea étnicamente y poco organizada políticamente, que fue finalmente conquistada en 1598. El Kanato de Crimea, sin embargo, sobrevivió a la expansión del Iván el Terrible. Había sido aliado de su abuelo Iván el Grande, pero en los tiempos que corrían las relaciones entre los dos estados no eran buenas.

Iván el Terrible ha pasado a la historia como uno de los personajes más crueles. Mató a su propio hijo en un arrebato de cólera, y ordenó terribles matanzas. En 1570, creyendo que los habitantes de Novgorod pretendían sublevarse contra él, mandó devastar la ciudad y decapitar y empalar a miles de vecinos.

Pese a estas horribles decisiones, Iván el Terrible tuvo una buena idea al crear el primer organismo representativo ruso (el parlamento llamado Zemski Sobor) y al introducir la autogestión local para las regiones rurales. Con estas medidas políticas se facilitó la creación de un Estado fuerte y se animó a los distintos pueblos que conformaban Rusia a querer participar en el proyecto estatal.

Otros grandes estados aparecieron en la región durante los siglos XVI y XVII: el Imperio sueco y la República de las Dos Naciones. El primero se había formado tras la victoria de Suecia en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), y contaba con importantes territorios en el Báltico. Por su parte, la República de las Dos Naciones era una federación constituida en 1569 por el Gran Ducado de Lituania y el Reino de Polonia que abarcaba el actual Oeste de Ucrania.

Las estepas ucranianas estaban habitadas por grupos de cosacos, una comunidad de origen turco establecida en la zona desde finales del siglo X. Su mezcla con los pueblos eslavos les otorgaba una identidad diferenciada, y sobrevivieron principalmente gracias a sus servicios militares como mercenarios y guerreros para distintos estados. Los cosacos únicamente encontraron la estabilidad política bajo el Hetmanato cosaco, establecido en 1649 dentro de los límites de la República de las Dos Naciones. Sin embargo, pronto esta entidad política entró en conflicto con las autoridades de las Dos Naciones por cuestiones identitarias y religiosas (los ucranianos cosacos del Hetmanato eran ortodoxos, mientras que los polacos eran católicos).

El Zarato ruso hizo un movimiento estratégico al firmar el Tratado de Pereyáslav en 1654 con el Hetmanato, de forma que que los cosacos ucranianos juraban guardar fidelidad al zar ruso a cambio de protección militar. Este tratado ha sido revisado por los historiadores, y mientras los ucranianos defienden que fue simplemente un acuerdo militar, los rusos entienden que supuso la incorporación del pueblo ucraniano al proyecto estatal ruso.

Capítulo 5. El Imperio ruso

Tras la derrota de Suecia en la Gran Guerra del Norte (1700-1721), Rusia reemplazó al país escandinavo como la nueva potencia del norte de Europa, con una Armada que controlaba el Mar Báltico y un potente liderazgo en la figura de Pedro I, que fundó San Petersburgo y la hizo capital del recién establecido Imperio ruso en 1721. La ciudad tendría este estatus durante los siguientes 200 años. Por sus conquistas (y por sus dos metros de altura), Pedro se ganó el sobrenombre de El Grande.

Catalina II se subió al trono del ya enorme país en 1762. Su propósito fue hacerlo todavía más extenso, para lo cual se aprovechó de los problemas internos de la República de las Dos Naciones y ganó importantes guerras en el Mar Negro.

En 1764 la emperatriz abolió la autonomía del Hetmanato cosaco, y este territorio ucraniano se incorporó totalmente al Imperio ruso bajo el nombre de Rusia Menor o Pequeña Rusia. Una gobernación llamada así existió entre 1764 y 1781. Aunque coincide con el actual centro de Ucrania, el nombre de Rusia Menor es ofensivo en el país.

La desmembración de la República de las Dos Naciones fue otro de objetivos de la emperatriz rusa, que planeó el reparto del territorio entre Austria, Prusia y Rusia en tres fases distintas (1772, 1793, 1795). Finalmente, gracias a este reparto basado en la diplomacia y en los sobornos a las élites polacas, el Imperio ruso añadió a su territorio Bielorrusia e importantes partes de Polonia y Ucrania. La República de las Dos Naciones desapareció tras más de dos siglos de existencia gracias a la inteligencia política de Catalina, llamada La Grande.

El Kanato de Crimea, que llevaba sobreviviendo a la presión rusa 150 años, actuaba desde hacía tiempo como estado títere del poderoso Imperio otomano. En un intento por frenar la expansión de Catalina la Grande, una coalición entre el Imperio otomano y el Kanato de Crimea declaró la guerra al Imperio ruso en 1768. Tras seis años de combates, Rusia salió vencedora y obligó a Turquía a reconocer la independencia de Crimea. El pequeño kanato quedó arrasado y fuertemente dividido socialmente, entre pro-otomanos y pro-rusos. La guerra civil que se desató fue la excusa perfecta para que Rusia invadiera la región en 1783 y depusiera al último kan. Catalina mandó crear en el puerto de Sebastopol la llamada Flota del Mar Negro, una fuerza naval con la que Rusia pretendía establecer el control militar de la zona.

Durante las décadas siguientes la costa norte del Mar Negro se conoció como Nueva Rusia de manera no oficial. Una política de asentamiento y colonización permitió que lo que durante siglos había sido el último de los kanatos mongoles se convirtiera en un espacio rusificado, étnica y culturalmente.

El siglo XIX pasó rápidamente y con sobresaltos para el Imperio ruso. Fue un siglo de muchas guerras: la Guerra Finlandesa (1808-1809), en la que Rusia y Suecia lucharon por Finlandia, que acabó incorporándose al Imperio ruso, la expulsión de la invasión napoleónica (1812), la Guerra de Crimea (1853-1856), que se saldó con una derrota rusa que redujo la influencia del país en el Mar Negro, al tener que acordar un tratado por el que éstas aguas pasaban a ser neutrales, o la eterna Guerra del Cáucaso (1817-1864), que dio problemas de cabeza a tres zares distintos y finalmente permitió a Rusia anexionarse esta región.

Capítulo 6. La Unión Soviética

La primera derrota importante del Imperio ruso llegó en la Guerra ruso-japonesa (1904-1905). La sociedad rusa, avergonzada por la ineficiencia de sus gobernantes, se movilizó masivamente en la revolución de 1905 demandando cambios en la política y mejoras sociales. Diez años después, nuevas derrotas en el marco de la Primera Guerra Mundial colmaron la paciencia del pueblo, y una nueva revolución en febrero de 1917 acabó con el reinado del zar Nicolás II, último emperador ruso. El Gobierno provisional surgido en febrero no contentó a la población, y otra revolución en octubre de 1917 inició un nuevo periodo político protagonizado políticamente por el Partido Comunista y militarmente por el Ejército Rojo. No todos estaban a favor de este cambio, y una dura guerra civil estalló ese mismo año.

El Imperio ruso era la unidad política más grande del mundo, y la revolución comunista liderada por Lenin hacía peligrar la unión de este enorme conjunto de pueblos, lenguas, culturas y etnias. Aprovechando la guerra civil y la caída del Imperio, varias nacionalidades trataron de independizarse. A lo largo del año 1918 se fundaron los nuevos estados de Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Su existencia fue efímera, pues el Ejército Rojo realizó una reconquista de la región en 1920. Otro estados, sin embargo, sí que consiguieron su independencia (Letonia, Estonia y Lituania vencieron al Ejército Rojo entre 1918 y 1920), aunque esta apenas duró dos décadas: en 1940 el Ejército Rojo invadió estos tres países y los incorporó a la Unión Soviética.

La historia de la frontera entre Ucrania y Rusia se complica en este capítulo porque, en plena guerra civil rusa, un rebrote nacionalista ucraniano promueve la construcción nacional y muchos gobiernos se suceden en un corto plazo de tiempo. En febrero de 1917 el Parlamento de Kiev (Rada Central) anunció la fundación de un nuevo estado, la República Popular Ucraniana, independiente de Moscú. Así comenzó la guerra bolchevique-ucraniana (1917-1921), entre independentistas ucranianos y bolcheviques por el control del país (un país cuyas fronteras no estaban bien delimitadas).

La República Popular Ucraniana vivió sus cuatro años de existencia en constante conflicto. A la lucha contra el Ejército Rojo se sumó una invasión alemana. Entre abril y diciembre de 1918 este joven país pasó a denominarse Hetmanato, y tuvo el apoyo del Imperio austrohúngaro y de Alemania. El nombre «Hetmanato» se acordaba del histórico estado cosaco del siglo XVIII, y venía a significar «Estado ucraniano». Con la derrota de las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial, el Hetmanato desapareció. En ese momento, la República Popular Ucraniana creyó haberse liberado por fin de toda ocupación y trató de recuperar su construcción nacional. En 1919 estalló un nuevo conflicto, la guerra polaco-soviética, por el control de este territorio. En 1921, Polonia y la Unión Soviética acordaron repartirse Ucrania, que en el lado soviético pasó a llamarse República Socialista Soviética de Ucrania (RSS de Ucrania).

La RSS de Ucrania vivió cambios territoriales a lo largo de sus 70 años formando parte de la Unión Soviética. En febrero de 1954, siguiendo el ánimo descentralizador de Nikita Kruschev y para conmemorar los 300 años del Tratado de Pereyáslav, Moscú traspasó la península de Crimea de la RSS de Rusia a la RSS de Ucrania como un regalo por parte de los rusos. Fue un movimiento extraño, ya que únicamente el 20% de la población de Crimea era étnicamente ucraniana: la gran mayoría eran rusos, étnica y culturalmente, y el ruso era el idioma de la región.

Capítulo 7. La Comunidad de Estados Independientes

El 8 de diciembre de 1991 se firmó el Tratado de Belavezha, por el que se disolvía formalmente la Unión Soviética. Del estado más grande del mundo surgieron quince nuevos países. Todos ellos (salvo las tres repúblicas Bálticas, que nunca se habían sentido parte de la familia soviética) participaron en la creación de una nueva organización internacional, la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El propósito de esta institución era promover relaciones pacíficas entre los antiguos miembros de la Unión Soviética, y fomentar la cooperación en material económica y militar.

Criticada por muchos como una organización simbólica y sin utilidad, la CEI ha creado un espacio económico cerrado que da ventajas a sus miembros y ha fundado una alianza militar para hacer contrapeso ante la OTAN: la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Este tipo de iniciativas siempre han sido potenciadas desde Moscú, para seguir manteniendo el control político y geopolítico de lo que una vez fue el Imperio ruso y la Unión Soviética.

Desde los tiempos de Catalina la Grande (1783), Rusia había tenido en Sebastopol una importante base naval. Tras la caída de la Unión Soviética y el cambio de soberanía sobre Crimea, los nuevos gobiernos ruso y ucraniano firmaron un tratado con el que Rusia arrendaba dicha base naval hasta el año 2042 por un precio de 100 millones de dólares anuales. Un caro negocio que, con el tiempo, se demostraría muy beneficioso para los intereses rusos.

Capítulo 8. Tensiones en las fronteras actuales

Apenas quince años después de la desmembración de la Unión Soviética, las tensiones volvieron a surgir con fuerza. Tras siglos de influencia rusa, en muchos territorios de los nuevos países la población es pro-rusa o directamente rusa (étnica y culturalmente), y las fronteras que se crearon en 1991 no convencen a todos. Además, la presencia militar de Moscú en su antigua órbita geopolítica ayuda a cualquier tipo de movimiento pro-ruso.

El primer gran conflicto se vivió en el año 2008, cuando la propia Rusia intervino militarmente en Georgia para dar apoyo a las regiones de Osetia del Sur y Abjasia, que tenían aspiraciones independentistas. Esto provocó que Georgia abandonara la Comunidad de Estados Independientes y entrara en guerra con Rusia. El conflicto, que duró una semana, se saldó con 400 georgianos muertos y con victoria rusa, que estableció el control militar de las dos regiones separatistas. Desde entonces, Osetia del Sur y Abjasia son reconocidas como países independientes por Rusia, un estatus que el resto de la comunidad internacional no comparte.

El otro gran conflicto fronterizo del siglo XXI en la órbita rusa explotó en 2014, cuando el presidente de Ucrania, el pro-ruso Víktor Yanukovich, suspendió una serie de acuerdos con la Unión Europea. En una lucha geopolítica entre Occidente y Rusia, la sociedad ucraniana se partió por la mitad. El Oeste del país miraba hacia el mercado occidental, mientras que en el Este se apostaba por un acercamiento a Moscú.

El apoyo militar de Rusia a las regiones pro-rusas del Este de Ucrania (zona del país en la que se habla mayoritariamente ruso) permitió que las milicias rebeldes pudieran aguantar en una guerra contra el Ejército ucraniano. A partir del año 2016 el conflicto se ha enfriado, pero las hostilidades continuan. Ucrania abandonó la Comunidad de Estados Independientes en mayo de 2018, y en enero de 2019 la iglesia ortodoxa ucraniana se separó del Patriarcado de Moscú, provocando un cisma en el mundo ortodoxo.

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El poder de la demografía se demostró muy efectivo en el caso de la Península de Crimea, donde no fueron necesarios disparos ni conflictos. En una zona completamente rusificada, la propia población pidió la intervención rusa y la incorporación en Rusia. El proceso de anexión de Crimea a Rusia, un episodio de la historia contemporánea que dejó atónita a la comunidad internacional, fue facilitado por el inteligente movimiento de Catalina la Grande de instalar el mando de operaciones de la Flota del Mar Negro en Sebastopol. Con una base militar y gran cantidad de buques de guerra en la zona, no fue complicado para Rusia instalarse en la península y controlar la región. Además, contar con el apoyo de la población local fue definitivo.

Pese a no ser un cambio fronterizo avalado por ningún organismo internacional ni por ningún país del mundo, de manera efectiva Rusia se ha hecho con el control de Crimea. Vladimir Putin ha realizado discursos en las ciudades, la policía rusa controla las calles, la bandera de Rusia ondea en los edificios públicos e incluso la marina del Ejército ruso patrulla las costas: a finales de 2018 Rusia capturó tres navíos y a 24 marineros ucranianos por adentrarse en aguas de Crimea. Para Ucrania esas aguas son parte de su territorio nacional, y para Rusia ahora pertenecen a su soberanía. La retención de estos barcos supuso un nuevo choque entre estos dos vecinos, y volvió a demostrar que las fronteras son simples líneas artificiales dibujadas en un mapa: lo que importa de verdad es quién ejerce el control efectivo sobre el territorio.

En las elecciones del 21 de abril de 2019, los ucranianos votaron por cambiar de rumbo. La estrategia del gobierno de Poroshenko (y sobre todo, su corrupción) fue rechazada y la población escogió al joven Volodymyr Zelensky, un presidente que en campaña abogó por una negociación directa con Moscú para resolver el conflicto del Este de Ucrania y por dar la voz a los ucranianos a través de referéndums.