Avanzaban como una tormenta. Se decía que en las tierras de las que venían no había árboles porque su viento los había arrancado del suelo. Cuando aparecían en el horizonte, las mujeres, los niños y los ancianos huían de las aldeas. Los hombres trataban de resistir el embiste, pero caían como hojas en otoño. Incendiaban las casas, se apropiaban de la comida, violaban, asesinaban, y seguían su incursión hasta el fin del mundo. Nadie detenía su avance. Venían de muy lejos y no pensaban parar. Eran la Horda de Oro.
En este capítulo de Historias de Asia acompañamos al temible huracán de guerreros mongoles que recorrió Eurasia entre los siglos XIII y XV. Ensillada sobre veloces caballos, la Horda de Oro sembró el pánico en las praderas que van desde el Mar de Aral hasta Ucrania, y se enfrentó a los Estados medievales europeos que se se asentaban en la zona, como la Bulgaria del Volga, el Rus de Kiev, el Gran Ducado de Lituania o el Principado de Moscú. Los invasores mongoles vencieron a todos sus enemigos y establecieron un nuevo Estado que llegó a tener 6 millones de kilómetros cuadrados y la capital en Sarai, ciudad de 600.000 habitantes fundada por Batú Kan, nieto de Gengis Kan.
Como vimos en el artículo Grandes imperios de la Historia, el Imperio Mongol abarcó un territorio enorme, ocupando gran parte de Eurasia (ver mapa M2032014) desde la Península de Corea hasta Europa del Este. Al morir Gengis Kan, el Imperio Mongol se desmembró en cuatro grandes imperios, entre los que destacaron el Ilkanato, la dinastía Yuan y la Horda de Oro, que fue el Estado mogol más occidental.
Gengis Kan tuvo mucho hijos, entre los que destacaron cuatro principales que le ayudaron en su expansión y conquistas: Chagatai, Ogodei, Tolui y Jochi. A la muerte de Gengis Kan, Jochi lideró la conquista de Rusia Occidental ayudado por sus dos hijos, Batu y Orda. Los mongoles habían llegado a Europa.
Jochi murió en 1227 y un veinteañero Batu le sucedió. Tras exitosas campañas contra húngaros y polacos, Batu se consagró como Batu Kan y fundó la Horda de Oro estableciendo la capital en Sarai, cerca de la desembocadura del río Volga. El primer gran golpe de Batu Kan fue arrasar en 1236 la Bulgaria del Volga, un Estado musulmán compuesto por etnias de origen túrquico. En 1238 sometió al poderoso Principado de Vladímir, que se desmembró en once principados que juraron obediencia al Kan. En 1240 los mogoles asaltaron la ciudad de Kiev, capital del Principado de Galitzia. Cuando la gran ciudad cayó en manos de Batu Kan, Europa temió la entrada de la Horda en el continente. Los mongoles nunca habían llegado tan al Oeste.
En esos momentos de alarma y pánico, el Papa Gregorio IX hizo un llamamiento para empezar una Cruzada contra los mongoles. Los templarios trataron de frenar a la Horda de Oro, pero ni siquiera ellos pudieron.

Los mongoles recorrieron Europa Central a través de tres líneas de invasión. Un primer ejército venció al rey Enrique II de Silesia en Polonia, otro siguió el curso del Danubio y un tercero atravesó los Montes Cárpatos hacia Austria. La Horda de Oro venció en Transilvania, en Hungría, en Croacia, en Italia… Batu Kan se vio con tanta fuerza que incluso se dirigió al propio Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el Estado más poderoso de Europa en la época medieval, y le amenazó directamente: «Voy a por ti». Afortunadamente para los europeos Batu Kan murió en 1255 y la Horda dejó de avanzar.
La estrategia colonizadora de la Horda de Oro fue inteligente, haciendo vasallos a los Estados y pueblos que derrotaban, obligándoles a unirse a su ejército y pagar tributos, pero permitiéndoles mantener sus tradiciones y religión. Por ello, la Horda estaba compuesta por cumanos, tártaros, búlgaros, kirguises y otros pueblos túrquicos. Los príncipes y líderes de cada región debían tener el visto bueno del Gran Kan, a quien juraban obediencia en audiencia en Sarai.
Sarai se convirtió en una ciudad cosmopolita. Conforme fueron pasando los años y los europeos comprendieron que la Horda había llegado para quedarse, se abrieron rutas de comercio con los propios mongoles (más que mongoles, eran un conjunto de tártaros, kirguises y cumanos mezclados con búlgaros). Tanto los genoveses como los egipcios comerciaron con Sarai.
En 1313 el líder de la Horda por aquel momento, Uzbeg Kan (el Kan más longevo de la historia de la Horda), adoptó el islam como religión oficial de todo el Estado. Este importante cambio no gustó a todos los nobles de su corte, compuesta por muchos budistas y chamanistas que planearon asesinar a Uzbeg. Por sorprendente que parezca, Uzbeg fue un Kan tolerante y respetuoso, y por su protección al cristianismo recibió el agradecimiento del propio Papa Juan XXII. Entre 1320 y 1332 mantuvo importantes guerras contra Bulgaria y el Imperio Bizantino.

Si bien su avance fue implacable y sometieron a todos los pueblos que encontraron, la Horda de Oro encontró en los principados rusos un vasallo con inquietudes de libertad especialmente intensas. Los principados rusos eran un conjunto de pequeños Estados surgidos del desmembramiento del Rus de Kiev, entre los que destacaban el Principado de Moscú o el Principado de Rostov. Aunque pagaron tributos a la Horda y se sometieron a ella, ésta tuvo que hacer algunas incursiones para poner orden, como ocurrió en 1252, 1293 o 1332.
En 1376 el príncipe ruso Dmitri Donskói se vio con la fuerza suficiente como para desafiar al mismísimo Kan de la Horda, y atacó Bulgaria, Estado que formaba parte de la Horda de Oro. Por aquel entonces Mamái Kan era el jefe de la Horda, y respondió a la insumisión con un ataque en 1378 que fue repelido por los rusos de Donskói. El Príncipe de Moscú se había ganado el reconocimiento de otros principados y había hecho crecer el territorio del Principado de Moscú. En una reunión en el Kremlin, Donskói consiguió el apoyo de diecinueve principados y formó una coalición rusa para expulsar a los mongoles del territorio que 150 años atrás había sido el Rus de Kiev.
Ante las noticias de que los rusos se organizaban, Mamái llamó a consultas en Sarai a Donskói para asesinarle. El Príncipe no acudió y se declaró la guerra. La batalla decisiva tendría lugar en Septiembre de 1380 cerca del río Don, en la Llanura de Kulikovo. Mamái y Donskói se enfrentaron personalmente resultando vencedor el Príncipe ruso. Mamái huyó a Crimea, donde fue asesinado por mercaderes genoveses. Donskói se estableció como Gran Duque de Moscú, y ese territorio ruso siguió siendo un reducto de oposición a la Horda de Oro. Los mongoles no fueron expulsados de territorio ruso hasta 100 años después, pero la Batalla de Kulikovo supuso un gran estímulo para las aspiraciones de independencia de una futura Rusia.
Muy debilitada, la Horda se dividió en cuatro kanatos: Siberia, Crimea, Kazán y Astracán. Hacia 1440 una guerra civil carcomió la efectividad y el poder de los Kanes, al tiempo que el Principado de Moscú se estableció como un Estado fuerte. Pese a seguir bajo dominación tártara, los mongoles no tenían un control efectivo sobre el gran Principado, y en 1476 el Gran Duque Iván III se negó a seguir pagando tributos al invasor. Pese a tener también problemas con los pueblos del kanato de Crimea, el Kan Ahmed consideró que podía atender todos sus frentes y envió un ejército desde Sarai hacia Moscú, ciudades separadas por 2.000 kilómetros de estepa. De nuevo, el Kan pretendía poner orden en las insumisas tierras rusas. Esta vez, sin embargo, sería la última.
Iván III tenía bien presente lo que su antepasado el Príncipe Donskói había logrado en las Llanuras de Kulikovo. Ahora era el momento de honrar aquella hazaña y vencer definitivamente a los mongoles. Era invierno y la nieve cubría ambas orillas del gran río Ugra, al sur de Moscú. Durante varios días ambos ejércitos estuvieron en tensa espera, aguardando la llegada de refuerzos. El Ejército de Lituania que debía sumarse a las tropas del Kan no llegó nunca, y cuando finalmente los mongoles se decidieron por atravesar el río para atacar, fueron repelidos por el fuego ruso. El ejército de Iván III contaba con varios cañones modernos que fueron decisivos para propiciar la retirada del enemigo.

Iván III regresó a Moscú triunfante, y declaró que nunca más los rusos tendrían que pagar impuestos a la Horda. De vuelta a Sarai, el Kan Ahmed se encontró con que las revueltas en Crimea habían empeorado. Algunos meses después, fue asesinado. Su hijo Sheikh Ahmed fue el último Kan de la Horda de Oro, cuya estructura política se desvaneció definitivamente en los primeros años del siglo XVI.
Lo que vino después fueron intentos de supervivencia individual de kanatos como el de Astracán, que desaparecería en 1556, el de Siberia, atacado por Iván el Terrible en la década de 1580, o el kanato de Kazán, desmembrado en 1552. El más longevo fue el kanato de Crimea, finalmente sometido al Zarato ruso en 1783.
La Horda de Oro quedó como un recuerdo en la memoria de la gente, una pesadilla que durante casi doscientos años había ocupado el Este de Europa. Las historias sobre esos jinetes veloces como el viento se contaron en los siglos posteriores, y sus conquistas quedaron escritas en los libros para que nadie nunca olvidara aquel huracán asiático que se adentró hasta el corazón del Viejo Continente.
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