La ópera prima de Duncan Jones es una película con una trama interesante, pero que ofrece poca novedad. Influenciada por 2001: Una Odisea del Espacio (Stanley Kubrick, 1968), Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) y Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Moon explora el siempre atractivo tema de la falsedad del mundo que nos rodea y de la propia existencia de cada uno de nosotros. Temas tratados anteriormente también en Matrix (hermanas Wachowski, 1999) y en El Show de Truman (Peter Weir, 1998), que analizamos en profundidad en un artículo anterior. Una temática apasionante y que despierta el interés de (y despierta a) muchas personas.
¿Es real el mundo en el que vivimos? ¿es real la realidad que nos rodea? ¿quiénes somos realmente? Preguntas que no acostumbramos a plantearnos, porque la respuesta parece demasiado evidente. ¡Por supuesto que el mundo es real! En Moon nos encontramos la siguiente realidad real: un operario humano está acabando su contrato de tres años de trabajo en la Base minera de Sarang, en la Luna (concretamente, en la cara oculta de la Luna). Sam Bell trabaja para la empresa Lunar Industries Ltd., una multinacional del sector energético que explota yacimientos de Helio-3 en esa zona de la Luna. En esta etapa futurista, el planeta Tierra carece de reservas naturales para suplir las necesidades energéticas de una sociedad superpoblada e hiperindustrializada. El Helio-3 es fundamental para la supervivencia y el desarrollo de la población terrestre.
Sam Bell, interpretado por un buen Sam Rockwell (cuya actuación pierde mucho en la versión doblada al castellano), empieza a notar los efectos de tres largos años de confinamiento y soledad en la base. Sus tareas no le proporcionan entretenimiento tampoco, ya que consisten en asegurarse de que las grandes máquinas excavadoras realicen la extracción de Helio-3 sin problemas. En ese ambiente de tedio y cansancio físico y mental es donde comienza a desarrollarse la trama: Sam Bell sufre alucinaciones y visiones.
En alguna escena inquietante creemos ver que Sam no está solo en la base. Todo imaginaciones nuestras (y suyas). En realidad el único compañero que tiene nuestro protagonista es el robot GERTY, una inteligencia artificial que hace las veces de mayordomo, esclavo y protector del único trabajador de la base. Es un personaje que parece esconder más de lo que realmente esconde. No hay intenciones malvadas como las que sí encontrábamos en Madre en Alien.
En comunicación constante y directa con la Tierra y con sus superiores de la empresa, Sam Bell sabe que le quedan únicamente dos semanas para terminar su contrato. Su mujer e hija le esperan de vuelta a casa. Pero como en toda trama, el giro drástico se da con un evento igualmente drástico: mientras realizaba una revisión a una de las excavadoras, Sam tiene un grave accidente.
En la siguiente escena vemos a Sam despertándose en una sala de atención médica, en la que GERTY le recibe. «¿Dónde estoy? ¿qué me ha pasado?» pregunta automáticamente. El fiel robot le explica que ha tenido un accidente, y le pide que descanse. Tras un tiempo, Sam vuelve a estar repleto de energía, y parece haber olvidado el accidente.
Llegado un momento, Sam percibe que su inseparable amigo robótico no le está permitiendo salir de la base. Insiste y, como buen humano, consigue su propósito: sale de la base y va en busca de la excavadora averiada. Al llegar al lugar del siniestro se encuentra algo sorprendente: a sí mismo. ¡Por algo no le dejaban salir de la base! ¡Vaya descubrimiento!
La cabeza de alguien que no haya visto otras películas que tratan esta temática debe explotar en ese momento del film. Para quienes tengan más experiencia en estas situaciones la incógnita será únicamente: ¿es un robot, una alucinación o un clon? Evidentemente algo va mal con este Sam Bell cuando tenemos en la misma escena a dos personas iguales.
Tarda un tiempo en sospechar lo que Truman o Neo sospecharon rápidamente en sus respectivas tramas. Algo no concuerda. Tenemos una astilla clavada en el cerebro, como nos diría Morfeo. Cuando Sam lleva de vuelta a la base al Sam accidentado y lo cura, el espectador vive un giro interesante y que sí ha de hacer justicia con el trabajo bien hecho de Duncan Jones: resulta que el Sam que ha despertado en la sala de atención médica NO ES el Sam que habíamos conocido durante la primera parte de la película. Nuestro Sam es, efectivamente, el que tuvo el siniestro en la excavadora. Por lo tanto, nuestro Sam es el que se había quedado accidentado. Entonces, ¿quién es el Sam que ha despertado en una camilla y que ha ido al rescate de nuestro Sam?
Cuando nuestro Sam se recupera (malamente) del accidente, tenemos a dos Sams sanos e idénticos uno en frente del otro. Por supuesto ambos creen ser el Sam original, y consideran al otro un clon de éste. A partir de ahora hablaremos del Sam que tuvo el accidente como Sam 1, y del Sam que consiguió convencer a GERTY de que le dejara salir de la base y acudió al lugar del siniestro como Sam 2.
Sam 1, que había sufrido alucinaciones antes del accidente, considera que el Sam 2 es fruto de su imaginación. Por ello decimos que Neo y Truman escogieron la pastilla roja mucho antes que el Sam 1, que prefiere seguir creyendo en sus ilusiones (que en realidad no lo son). El Sam 2 no es una ilusión. El Sam 1 debería haber reaccionado de manera mucho más agitada al ver al Sam 2. Es una de las críticas que se ha hecho a la película: la rápida aceptación por parte del Sam 1 de que de pronto hay una persona más en la base en la que ha permanecido solo durante tres años, y que además esta nueva persona es idéntica a él. La reacción del Sam 1 es poco creíble.
En cualquier caso, tras pasar los días y acercarse el fin de su contrato, finalmente el Sam 1 decide preguntarle a GERTY qué coño está pasando (perdón por el lenguaje, pero la situación lo merece). El robot, como siempre cumplidor, le dice de una manera excesivamente directa (lo que le resta credibilidad también y empeora el guión) que la realidad es la siguiente: Sam 1 es un simple clon del Sam original, un operario humano que trabajó en algún momento, años antes. El Sam 2, por supuesto, es otro clon de la misma persona, que ahora mismo está en la Tierra con su familia tranquilamente.
Ante la tremenda noticia, el Sam 1 reacciona de nuevo de manera excesivamente impasible. Esto se puede explicar por el lamentable estado físico y mental en el que se encuentra. Tras tres años, éste clon está comenzando a fallar. Poco a poco vamos entendiendo la idea general: cada vez que un clon se estropea, la empresa coloca uno nuevo. El puesto de trabajo es sencillo, y para Lunar Industries Ltd. era mucho más caro contratar a una persona (con sueldo, derechos y familia) que colocar a un clon (sin sueldo, sin derechos… y sin familia). Exacto: recuerdos artificiales implantados, igual que la pobre Rachel en Blade Runner. Sam 1 no tiene a nadie esperándole en la Tierra, ni mujer ni hija. Todas esas fotografías en la pared y esos mensajes que enviaba eran una realidad falsa.
Destapada toda la trama, la película sigue sin ningún tipo de acción y bien acompañada por el K299 de Mozart (al capitán Dallas también le gustaba escuchar música clásica a bordo de la Nostromo). Aceptado que son clones de un tal Sam Bell que ahora vive en la Tierra, el Sam 1 (cada vez en peor estado) y el Sam 2 (tres años más joven) descubren una sala secreta bajo la base en la que se almacenan los demás clones: el Sam 3, el Sam 4, el Sam 5… como si fueran objetos.
GERTY les explica que a cada nuevo clon le despiertan en la sala de atención médica, diciéndole que ha tenido un accidente. Y que la forma de deshacerse de los clones que ya tienen tres años (están viejos y funcionan mal: tienen visiones, se distraen, son débiles físicamente, están cansados mentalmente…) es incinerándolos en una cápsula que, en principio, era la que les llevaría de vuelta a la Tierra. Duncan Jones consigue dar una explicación lógica a toda la trama, que resulta ser bien sencilla al final del todo.
La carga filosófica es lo que hace de Moon una buena película, pero ha llegado 40 años tarde para resultar una obra maestra o un título que merezca pasar a los libros de Historia del Cine. No nos plantea nada nuevo ni nos motiva reflexiones alternativas a lo que ya pudimos lucubrar con Blade Runner o Matrix.