«La Ciudad de los Mil» fue fundada en 1625. En ese momento inicial era un simple fuerte militar que albergaba a mil soldados, que debían defender esa ubicación estratégica ante la amenaza de tribus vecinas como los vazimba o los sakalava. El rey Andrianjaka, de la tribu de los merina, convirtió Analamanga en la capital del Reino de Imerina, un imperio que acabó ocupando todo Madagascar y que dominó esta tierra hasta 1897.
Andrianjaka reinó entre 1612 y 1630, y comenzó sometiendo a la región central de la isla. Su hijo Andriantsitakatrandriana extendió el cultivo de arroz alrededor de Analamanga y tuvo un hijo con un nombre más largo aún, Andriantsimitoviaminandriandehibe. Afortunadamente para los historiadores Andriantsimitoviaminandriandehibe no siguió alargando los nombres de sus sucesores. Desde Andrianjaka todos los reyes formaban parte de la dinastía Andriana, y durante los siglos XVI y XVII todos ellos habitaron en el Palacio Real (Rova) de Analamanga.
Fue el Rey Andrimasinavalona (1675-1710) quien renombró la ciudad para honrar a los mil guerreros de su tataratatarabuelo Andrianjaka. La llamó Antananarivo, «la Ciudad de los Mil».
Después de la llegada de los primeros europeos a África, Madagascar consiguió mantenerse lejos de las manos de holandeses y portugueses por su carácter insular y por el poder del Rey Radama I (1793-1828), que fue tratado de tú a tú por las potencias del Viejo Continente. Los diplomáticos europeos lo reconocieron como legítimo Rey de Madagascar. Fue un hombre conocido por su carácter conquistador y borracho. Murió muy joven por culpa del alcohol.
Su mujer (y prima) Ranavalona ocupó el trono hasta el año 1868 y promovió una política de aislamiento internacional y de persecución al cristianismo. En Septiembre de 1894 desembarcaron los franceses y conquistaron fácilmente toda la isla. El tiempo de los Imerina había terminado, después de tres siglos. Una enorme bola de cañón incrustada en la pared del Rova hizo que la reina entendiera que lo mejor que podían hacer era rendirse. El Palacio nunca fue restaurado por los franceses.
Durante la colonización francesa Antananarivo cambió de nombre a Tananarive y sufrió un enorme reordenamiento urbano. Los distintos Gobernadores franceses mandaron construir parques, avenidas, plazas, túneles en las colinas, carreteras, tendido eléctrico… los aborígenes originales de Madagascar veían asombrados cómo su capital se convertía en una ciudad europea.
Después de la Segunda Guerra Mundial se dio el mayor crecimiento de la ciudad. Hacia 1950 vivían en Tananarive unas 170.000 personas, y en 1956 se crearon los primeros barrios residenciales de casas con jardín (para las clases más pudientes). También se abrieron el aeropuerto internacional, la Universidad de Antananarivo y el Museo Etnológico.
Tras la Independencia en 1960, hubo un éxodo rural masivo que trajo cientos de miles de personas desde todos los rincones de la isla hasta Antananarivo. La urbanización incontrolada hizo que rápidamente más de un millón de personas se afincaran en la capital. En los noventa se alcanzaron los 1.4 millones de habitantes y en la actualidad ya supera los 2.6 millones.
Antananarivo es una ciudad con un curioso aspecto centroeuropeo, con muchas casas hechas a base de tablas de madera y tejados triangulares, barrios llenos de color y jardines… una preciosa ciudad que en 1995 vivió un trágico incidente. El Rova, el Palacio de los antiguos reyes, fue incendiado. Al descubrirse que el incendio había sido provocado se generó una elevada de la tensión interétnica, entre los merina y otras tribus. En el desastre el Rova quedó prácticamente destruido, junto con las tumbas de todos los reyes y reinas merinas.
El Rova ha vivido reconstrucciones progresivas, y sigue coronando Antananarivo desde lo alto de la colina. Sin duda una posición privilegiada para contemplar esta ciudad, que es una perla en el Índico.