El liberalismo es un sistema político que surge a finales del S.XVIII, a partir de las ideas de la Ilustración, y que pretende acabar con el sistema del Antiguo Régimen. Las principales ideas del liberalismo se apoyan en intelectuales europeos como John Locke, Montesquieu ó Rousseau. En España, el ideario del liberalismo vino de la mano de ilustrados como Jovellanos o Floridablanca.
Los liberales tenían a la constitución como documento regulador de la vida pública y política. La constitución era la base del sistema. Todas las características y el ideario del liberalismo quedaron reflejadas por primera vez en España en la Constitución de 1812, elaborada por las Cortes de Cádiz.
Se apuesta por una monarquía constitucional en vez de absolutista, defensa de la soberanía popular, reconocimiento de los derechos y libertades individuales, igualdad ante la ley, y división de poderes. Hasta entonces el poder lo había tenido por completo el rey, y con el liberalismo se dividía en tres: poder legislativo, que lo tenían las Cortes, poder ejecutivo, que lo tenía el rey, y poder judicial, que era independiente y lo tenían los jueces. En la Constitución de 1812 también se establecía que la religión católica era la única de la nación española, y que la elección de los representantes en las Cortes se hacía mediante sufragio universal masculino.
Aun así, todas estas ideas liberales de 1812 no se pudieron poner en marcha debido a la Guerra de Independencia y al reinado absolutista de Fernando VII, si bien es cierto que durante el reinado de Fernando VII hubo un paréntesis con el Trienio Liberal (1820-1823), etapa en la que el pronunciamiento de Rafael del Riego tuvo éxito y se estableció un régimen liberal, obligando al rey a jurar la Constitución de 1812. Durante tres años España vivió en un sistema de monarquía constitucional, y el pueblo tuvo más derechos y libertades. Pero todo esto acabó con la llegada del ejército absolutista de los Cien Mil Hijos de San Luis, que derrotó a los liberales. El poder volvió a Fernando VII, que rechazó y olvidó todas las reformas liberales realizadas durante el trienio. Diez años más tarde, en 1833, Fernando VII muere, y con él el absolutismo en España. Antes de que su hija Isabel tuviera edad para reinar, el trono lo ocupó la viuda del difunto rey, Maria Cristina, y durante su regencia el liberalismo se estableció en España como sistema. Rápidamente se dividió en dos corrientes. Por un lado estaban los liberales moderados, partidarios de un sistema intermedio entre el absolutismo y la soberanía popular, y los progresistas, que defendían todo el ideario de las Cortes de Cádiz de 1812 y apostaban por limitar el poder del rey. Así pues, los liberales moderados eran más conservadores y los liberales progresistas más radicales. Durante la mayor parte del S.XIX, durante el reinado de Isabel II, moderados y progresistas fueron alternándose en el gobierno.
El primer gobierno que hubo durante la regencia de Maria Cristina fue el Estatuto Real, una especie de gobierno provisional, que sirvió para sentar las bases del nuevo sistema político. Luego fue el turno de los Gobiernos Progresistas (1835-1837). En esta etapa tuvo lugar la desamortización de Mendizábal, que consistió en quitar bienes a la Iglesia para estabilizar la economía. Durante los gobiernos progresistas se rompieron relaciones con la Santa Sede y también se elaboró una nueva constitución. La Constitución de 1837, entre otras cosas, dividió las Cortes en dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado.
La siguiente etapa se conoce como Trienio Moderado (1837-1840), durante el cual los problemas económicos y militares fueron protagonistas. El poder militar estaba enfrentado, los dos generales más prestigiosos, Narváez (moderado) y Espartero (progresista), mantenían una fuerte rivalidad. La siguiente etapa fue la regencia de Espartero. Debido a las tensiones y a los problemas Maria Cristina renunció a la regencia. Durante la Regencia de Espartero (1840-1843) volvió el liberalismo más progresista. Espartero fue un buen ejemplo del “político-militar”, un militar que llegaba a la vida política y tomaba las decisiones de forma autoritaria. Espartero sufrió durante su gobierno las conspiraciones de los moderados, Narváez le venció en la Batalla de Torrejón de Ardoz y Espartero tuvo que exiliarse. La reina Isabel II alcanzó la mayoría de edad y el primer gobierno durante su reinado fue de carácter moderado.
Durante la Década Moderada (1844-1854) tuvo el poder Narváez. Se elaboró una constitución en 1845 que suspendía la desamortización. Durante esta etapa los moderados sufrieron una división interna. Los problemas internos dieron paso a una nueva etapa, el Bieno Progresista (1854-1856), durante el cual tuvo el poder de nuevo Espartero, que duró poco tiempo debido a la inestabilidad política. Se elaboró una constitución en 1856, pero no entró en vigor. La última etapa del reinado de Isabel II correspondió a la hegemonía de Unión Liberal (1856-1863), un partido de carácter moderado cuyo líder era O’Donnell. Durante la etapa 1856-1863 hubo estabilidad, pero poco a poco el liberalismo fue entrando el crisis. En 1868 la reina Isabel II tendría que dejar el país debido a la grave situación política y social. En los últimos años de su reinado hubo varios gobiernos, pero ninguno de ellos consiguió dar estabilidad al régimen. La revolución de 1868 acabó con el reinado de Isabel II y dio paso al Sexenio Democrático.
La principal oposición al liberalismo viene por parte del carlismo. El carlismo surgió como consecuencia de la abdicación de Fernando VII en su hija Isabel. Los carlistas defendieron el derecho de Carlos María Isidro, hermano del difunto Fernando VII, a ser el rey de España. Estaban en contra de Isabel II debido a que, durante siglos, había existido la Ley Sálica, que prohibía reinar a las mujeres. Antes de morir Fernando VII derogó esa ley y su hija pudo reinar. Los carlistas estaban en contra de eso.
Además de estar en contra de Isabel II, la ideología del carlismo era completamente contraria a las bases del liberalismo. El carlismo defendía el absolutismo monárquico frente a la monarquía constitucional, el foralismo frente a la centralización del estado liberal, estaba en contra de la soberanía popular, defendían la religión católica, y en definitiva lo relacionado con el Antiguo Régimen. Las bases sociales fueron el clero, ya que el carlismo defendía la religión católica, la nobleza, porque el carlismo defendía los privilegios para la nobleza, y las clases medias defensoras de los fueros, ya que el carlismo estaba en contra de la centralización del gobierno. En cuanto a su localización geográfica, tuvo apoyos sobre todo en el norte de la Península (Galicia, Cantabria, Asturias, y especialmente en País Vasco, Navarra y Cataluña).
El carlismo realizó su oposición de forma armada. Hubo hasta tres guerras carlistas durante el S.XIX. La primera se inició al morir Fernando VII y duró durante toda la Regencia de Maria Cristina, y la última acabó en 1876 y esa derrota fue definitiva. El carlismo fue derrotado militarmente y en ese momento pasó a hacer una oposición política.
A parte del carlismo, el liberalismo encontró la oposición del movimiento obrero y de sectores absolutistas no relacionados con el carlismo. Estos sectores absolutistas defendieron básicamente todo lo relacionado con el sistema del Antiguo Régimen: la Inquisición, los señoríos, el poder absoluto del rey… etc. Desde que se establecieron las bases del liberalismo en las Cortes de Cádiz en 1812 y hasta la muerte de Fernando VII en 1833, la principal oposición al liberalismo fue el absolutismo que, durante dos etapas, Sexenio Absolutista (1814-1820) y Década Ominosa (1823-1833), persiguió a los liberales y obligó a mucha gente a exiliarse.
Por otra parte el movimiento obrero también fue una oposición constante. El movimiento obrero consistió en asociaciones de trabajadores que defendían sus derechos y se oponían a las decisiones políticas que les pudieran afectar negativamente, ya fueran decisiones de gobiernos moderados o progresistas.
Finalmente, en los últimos años de reinado de Isabel II y debido a la profunda crisis económica, política y social que había, el liberalismo también se encontró con la oposición de aquellos que querían un cambio de sistema. Esta oposición la encabezaron personajes como el general Prim, el general Topete o el general Serrano, que encabezaron la Gloriosa Revolución de 1868 que acabó con la etapa de Isabel II y dio paso al Sexenio Democrático.