La Restauración borbónica vino como consecuencia de la inestabilidad de la Primera República (1873-1874). En 1875 entraría en España Alfonso, hijo de Isabel II, como el rey Alfonso XII. Dos hombres contribuyeron a que comenzara la Restauración: por un lado el general Martínez Campos, realizando un pronunciamiento militar contra la “república presidencialista” de Serrano y acabando con la República. Pero el verdadero creador del sistema de la Restauración fue Antonio Cánovas. Cánovas preparó la vuelta de los borbones y planificó un sistema político, conocido como sistema canovista. Antes de que Alfonso entrara en España, estando aun en el exilio, firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas. Con su firma el futuro rey aceptaba el cargo y era partidario de una monarquía parlamentaria. En este manifiesto se recogían las ideas principales del sistema de la Restauración, que fueron aceptadas por el príncipe Alfonso.
Las bases ideológicas del sistema de la Restauración son principalmente las de su creador, Antonio Cánovas. Cánovas defendía la soberanía compartida Rey-Cortes, la necesidad de que la tradición católica fuera compatible con la libertad, la superación de las dos constituciones anteriores (la de 1845 y la de 1869), también defendía que el ejército debía quedar al margen de la política. Cánovas no quería más políticos-militares como Narváez, Serrano o Espartero. Además, Cánovas defendía que el sistema se basara en el fraude para asegurar la estabilidad política. Las elecciones se manipulaban para que no hubiera problemas entre los partidos. Estas ideas principales se recogieron en la Constitución de 1876, que ha sido hasta el momento la de mayor vigencia en España. Era un texto breve, de tan sólo 89 artículos. Era un punto intermedio entre la Constitución de 1845 (Década Moderada) y la Constitución de 1869 (Sexenio Democrático). Intentaba contentar tanto a conservadores como a liberales.
En el sistema planteado por Cánovas sólo había dos grandes partidos, y se iban alternando en el gobierno de forma pacífica. Esto se conoció como “turnismo”. Estos dos partidos eran el Partido Conservador, liderado por el propio Cánovas, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta. El Partido Conservador defendía el orden social, los valores establecidos por la Iglesia y la propiedad privada. Era un partido de derechas. Contaba con el apoyo de la burguesía, de la aristocracia y de los altos cargos de la Iglesia. Era un partido compuesto por liberales moderados, unionistas y parte de los progresistas. El Partido Liberal defendía las reformas sociales, la educación y el laicismo. Era un partido compuesto por progresistas, demócratas y parte de los republicanos. Tenía el apoyo de la burguesía industrial, de las profesiones liberales, de los funcionarios y de las clases medias.
Cánovas defendió el bipartidismo para evitar el auge las corrientes radicales. Existían más opciones políticas a parte de los dos grandes partidos, pero tenían muy poca importancia y estaban excluidos del sistema. Los republicanos estaban muy divididos, los carlistas tenían poco apoyo y el PSOE era aun un partido pequeño y joven. El turnismo convertía al sistema canovista en un sistema liberal sin democracia, ya que la gente no elegía realmente a los políticos.
El sistema de turno seguía dos pasos. Primero el rey llamaba a gobernar a uno de los dos partidos y le daba su apoyo. Después, el nuevo gobierno debía contar también con el apoyo de las Cortes, para ello se celebraban elecciones, que se manipulaban para que obtuviera mayoría el partido que tenía que gobernar. La manipulación se realizaba desde arriba hacia abajo: primero el Ministerio de la Gobernación elaboraba el “encasillado” y luego se
negociaban en las provincias los candidatos por distrito. Después, los gobernadores de cada provincia les decían a los alcaldes qué parlamentario debía salir en cada pueblo, y en los pueblos los alcaldes y los caciques convencían a la gente para que votaran a uno u otro partido. En los pueblos los caciques (los que tenían las tierras y el poder, y tenían a campesinos bajo sus órdenes) obligaban a los campesinos y labradores a votar a quien les dijeran. Así pues todo estaba pactado: se sabía de antemano qué parlamentarios iban a salir elegidos en cada provincia, y si iban a ser del partido Conservador o del Liberal.
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En cuanto a las etapas políticas de la Restauración, solo hubo dos: el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la regencia de Maria Cristina (1885-1902). Durante el reinado de Alfonso XII hubo tres gobiernos. Primero el Partido Conservador, que se conoció como “dictadura canovista” por el carácter autoritario de su política.
Durante este gobierno se recortaron libertades de expresión y prensa, y se cerraron periódicos y revistas republicanas. El sufragio sería solo para hombres mayores de 25 años. Tras este gobierno, Sagasta pidió a Alfonso XII que hubiera un cambio de gobierno. El gobierno del Partido Liberal se conoció como Trienio Liberal. Durante este gobierno, volvió la libertad de imprenta y la libertad de expresión. Sagasta hizo que la Universidad dependiera menos de la Iglesia. Tras un intento de revolución de los republicanos, Alfonso XII decidió devolver el gobierno a Cánovas, comenzando así el Bienio Conservador en el que Cánovas tuvo que hacer frente a problemas con Francia y a una situación social crítica.
Fueron años de inestabilidad, además en 1885 moría de repente, a los 28 años, el rey Alfonso XII. La siguiente etapa es la regencia de la viuda del rey, Maria Cristina, hasta que su hijo Alfonso XIII tuviera la mayoría de edad para poder reinar. Durante la regencia de Maria Cristina se consolidó el sistema de la Restauración con la firma del Pacto del Pardo.
El primer gobierno durante la regencia lo tuvo el Partido Liberal, que duró cinco años y se conoció como “gobierno largo” liberal. Durante este gobierno se puso en marcha la “Ley de asociaciones” que reguló la influencia de la Iglesia en la vida pública y legalizó a los sindicatos obreros. Se suprimió todo tipo de censura y se favoreció la libertad de prensa. En 1890 Sagasta se vio obligado a abandonar su gobierno debido a la división interna de su partido. Comenzó entonces una etapa que se conoce como “crisis de fin de siglo”. Entre 1890 y 1898 los conservadores ocuparon dos veces el gobierno y los liberales otras dos. En esta década surgieron tres problemas principales: la situación de las colonias, la cuestión social y los nacionalismos. España perdió sus últimas colonias reconociendo la independencia de Cuba en el Tratado de Paris, y cediendo Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares.
La Restauración encontró oposición en los partidos minoritarios que el sistema canovista dejó fuera del juego político, como por ejemplo los republicanos, los carlistas, los nacionalistas y el movimiento obrero.
La oposición republicana se encontraba muy dividida, con cuatro corrientes principales: posibilistas, radicales, institucionalistas y federalistas. Esta división se debía a discrepancias ideológicas, pero también a rivalidades personales entre los líderes de cada corriente. Aun así, salvando las diferencias, las ideas principales de la oposición republicana fueron las siguientes: la república es sinónimo de progreso, modernidad y paz, mientras que la monarquía representa todo lo contrario; defensa del laicismo y la educación pública; descentralización del Estado y defensa del “iberismo” (unión con Portugal); medidas obreras y sociales que no cuestionen la propiedad privada; impuestos progresivos y servicio militar obligatorio. Los republicanos fueron apoyados por una base social urbana, laica, progresista y popular. La oposición republicana nunca obtuvo una representación parlamentaria importante, y no tuvo voz en la política durante la Restauración.
Por otro lado el carlismo, que había sido derrotado militarmente en 1876, dejó la acción armada y comenzó la vía política. El carlismo fue perdiendo seguidores y sufrió una división interna. Aun así, las ideas principales seguían siendo las mismas de siempre: defensa de la rama descendiente de Carlos Maria Isidro, antiliberalismo y ultracatolicismo, y confederalismo basado en fueros y privilegios territoriales.
También fue importante la oposición nacionalista. Los nacionalismos aparecieron en regiones con lengua, tradición e historia propia, como Cataluña, País Vasco y Galicia. Nacen en medios burgueses extendiéndose a sectores menos cultos, principalmente como reacción al liberalismo centralista y como defensa de la tradición de cada región.
Los dos nacionalismos más importantes son el catalán y el vasco. En Cataluña el catalán se consideraba una lengua culta, lo cual era una forma de diferenciación y un aliciente para hablarlo. Se crearon partidos políticos defensores del nacionalismo catalán, como Unión Catalanista y la Lliga Regionalista. Prat de la Riba fue uno de los políticos que más apostaron por el nacionalismo catalán. Por otro lado, el nacionalismo vasco se hizo más fuerte con la abolición de los fueros decretada por Cánovas. La recuperación de los privilegios de los fueros fue el objetivo principal del nacionalismo vasco. Este nacionalismo encontró apoyos tanto en el País Vasco como en Navarra. Sabino Arana fue el máximo impulsor del nacionalismo vasco, enunciando las principales ideas: independencia y creación de un Estado Vasco (Euskadi), radicalismo antiespañol, exaltación de la etnia vasca, conservadurismo ideológico y defensa de la religión católica. El nacionalismo vasco reivindicaba también Navarra y el País Vasco Francés como provincias de Euskadi. Además del catalán y del vasco, surgieron otros nacionalismos. En Galicia la defensa de la lengua gallega llevó a crear un movimiento político, aunque fue minoritario. En Valencia fue un fenómeno minoritario y tardío. Finalmente en Andalucía, al no tener una lengua propia y diferente, el sentimiento andalucista estaba ligado a la reivindicación de la figura del jornalero, la tierra como identidad del pueblo andaluz y la distribución equitativa de la misma. El máximo representante de este nacionalismo fue Blas Infante.
Por último, el movimiento obrero fue otra importante oposición durante la Restauración. Fueron partidos y sindicatos que defendían a los trabajadores. En 1879 Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como un partido que defendía los derechos del proletariado. El PSOE combinaba el ideario revolucionario marxista con medidas más realistas. Tenían un periódico llamado El Socialista.
En 1888 se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), un sindicato de ideología socialista que tuvo mucha afiliación. Difundieron el ideario obrerista y convocaron manifestaciones por todo el país.
Finalmente, el anarquismo fue la ideología obrera más influyente durante la Restauración. Se centró en la captación de seguidores y la acción terrorista, por lo que los anarquistas fueron clandestinos y perseguidos. Su oposición a toda forma de poder y su acción violenta hicieron del anarquismo una amenaza al poder establecido. Cánovas fue asesinado por un anarquista.