La crisis de 1898 generalizó un deseo de cambios en el desprestigiado sistema político de la Restauración. A comienzos del siglo XX el sistema político de la Restauración seguía vigente. Se fundamentaba en una monarquía liberal no democrática, basada en la constitución de 1876. El sistema político había funcionado bastante bien gracias al pacto entre los dos grandes partidos (el conservador y el liberal), para alternarse pacíficamente en el gobierno. La población era mayoritariamente analfabeta y no se movilizaba ante la situación política. Pero, a finales del XIX un movimiento intelectual, el regeneracionismo, denunció este sistema, y realizó propuestas para la modernización política, social y económica de España. Cuando Alfonso XIII llegó al trono en 1902, los dos partidos dinásticos vivieron crisis profundas e internas. La muerte de los dos principales líderes (Cánovas del partido conservador y Sagasta del partido liberal), hizo que el sistema de turno peligrase, pero no desapareció. Se eligieron nuevos líderes, Antonio Maura para los conservadores y José Canalejas para los liberales. Ambos representan una nueva generación de políticos regeneracionistas.
El gobierno largo de Maura (1907-1909) trató de hacer reformas rápidamente. Se aprobó la Ley Electoral, que limpiaba el sistema electoral y declaraba el voto obligatorio. También se reformó la Ley de Administración Local, con lo que se pretendió acabar con el caciquismo. Otro de los proyectos de Maura fue la Ley de Represión del Terrorismo, dirigida contra los atentados anarquistas. Pero al gobierno de Maura le salió un duro grupo opositor: el Bloque de Izquierdas, formado por liberales y republicanos moderados. Esta confrontación y las consecuencias de la guerra de Marruecos acabaron con el gobierno de Maura. Los liberales pidieron la destitución de Maura, quien no pudo controlar las reacciones sociales acontecidas, sobretodo en Barcelona (“Semana Trágica de 1909”) , cuando llegaron las noticias de Marruecos. El gobierno reprimió las protestas con dureza, y Maura dimitió, sintiéndose traicionado por los liberales y por el rey.
El gobierno de Canalejas se centró en regenerar el sistema para lograr su democratización y ampliar las bases sociales del régimen. La modernización del Estado implicaba la separación de Iglesia y Estado. Se aprobó la Ley del Candado, que limitaba el poder de la Iglesia en el sistema educativo. Esta ley estuvo a punto de romper las relaciones entre España y la Santa Sede. Canalejas también se preocupó por las reformas sociales, y se mejoraron la calidad de vida y las condiciones laborales. Se redujo la jornada laboral, se reguló el derecho a huelga… etc. Con la Ley de Reclutamiento se estableció el servicio militar obligatorio en caso de guerra. En Marruecos la política de Canalejas tuvo buenos resultados, consiguiendo firmar un tratado con Francia para compartir el protectorado franco-español en Marruecos.
La semana trágica de 1909 en Barcelona
Tras la crisis de 1898 la acción colonial de España se centraba en el norte de África, España tenía algunas plazas fuertes allí, y algo se podía sacar de provecho, para no quedar aislados de las relaciones internacionales. Vamos, que había que conseguir algo de territorio para poder “ser alguien” en Europa. La política exterior de España estaba dirigida a las acciones militares en Marruecos. Se había pactado con Francia y con el Reino Unido que a España le correspondía la zona norte de Marruecos, la llamada región del Rif, una región montañosa y en la que vivían pequeños poblados de bereberes, que no se sentían siervos de nadie, vamos, que eran unos salvajes. En julio de 1909 los rifeños mataron a cuatro españoles, y empezaron una serie de guerrillas. El gobierno decidió enviar a los reservistas en Cataluña, que eran hombres casados y con hijos. Entonces se movilizó una protesta contra la guerra de Marruecos. Los republicanos, los socialistas y los anarquistas estaban en contra de la guerra. Todos se acordaban de lo que había pasado en Cuba… El caso es que las noticias que llegaban de Marruecos, donde habían muerto 1.300 españoles, desencadenaron protestas, huelgas, manifestaciones… incluso insurrecciones espontáneas. Grupos armados con fusiles salieron a la calle y se enfrentaron a las fuerzas del orden en Barcelona. Se quemaron iglesias y conventos, se declaró el estado de guerra y se enviaron militares. El gobierno reprimió la revuelta con dureza. 80 personas murieron. El Bloque de Izquierdas pidió la dimisión del conservador Maura y Alfonso XIII designó a Canalejas como presidente.
LOS PARTIDOS ANTIDINÁSTICOS y EL MOVIMIENTO OBRERO
El corrupto sistema de la Restauración dio cada vez más poder a los partidos excluidos del sistema, como los republicanos, los regionalistas y nacionalistas o el movimiento obrero. Se convirtieron en auténticos movimientos de masas. La gente no estaba contenta con el sistema de turno y el fraude electoral de la Restauración.
LOS REPUBLICANOS:
A finales del S.XIX el republicanismo estaba muy fragmentado, pero a principios del S.XX los republicanos representaban la aspiración de los intelectuales y de sectores de las clases medias a una democratización de la vida política. Una nueva generación de políticos con nuevas ideas trataron de modernizar el proyecto republicano. Ese impulso regenerador llegó en 1903 con la creación de Unión Republicana. Aunque consiguieron buenos resultados en las elecciones, seguían teniendo diferencias ideológicas, por un lado estaban los republicanos moderados y reformistas, que abogaban por la lucha electoral y parlamentaria, y los republicanos radicales, implantados sobretodo en Barcelona, pretendían insurrecciones sociales para implantar la república. Los republicanos se dividieron en 1908, cuando se formó el Partido Radical, de Lerroux, y en 1912 con el Partido Reformista.
REGIONALISTAS Y NACIONALISTAS:
De todos los movimientos nacionalistas, el catalán era el más importante en cuanto a influencia política en las primeras décadas del S.XX. Estuvo dominado por la Lliga Regionalista de Catalunya, fundada en 1901. Su líder era Cambó y su ideólogo Prat de la Riba. La Lliga consideraba que la regeneración de la vida política y la modernización del Estado debían ser compatibles con la reivindicación de la autonomía de Cataluña. Su naturaleza reformista y su aceptación de la democracia le convirtió en el partido de la burguesía, y extendió su influencia por toda Cataluña. Pero no contó con el apoyo de los obreros, debido a su carácter burgués y poco social. Ante su creciente conservadurismo, la Lliga se separó y se formó el Centre Nacionalista Republicá, pero este partido no consiguió desbancar a la Lliga. En 1906 se produjo un momento decisivo para la evolución del catalanismo, con la aprobación de la Ley de Jurisdicciones, que era considerada por los catalanes como un atentado contra la libertad de expresión. La aprobación de esta ley unió a los catalanes, y todas las fuerzas políticas catalanas formaron un frente común llamado Solidaridad Catalana. Sin embargo, este gran movimiento se truncó a raíz del apoyo de Cambó a Maura, y de los sucesos de la Semana Trágica. Desde ese momento, el catalanismo fue capitalizado por la Lliga.
El nacionalismo vasco estuvo marcado por el duro enfrentamiento dentro del Partido Nacionalista Vasco tras la muerte de Sabino Arana. Los del sector más radical defendían las ideas aranistas y el sector más moderado, liberal, aceptaba el juego parlamentario y optaba por la autonomía. El nacionalismo vasco se consolidó como la fuerza política mayoritaria en el País Vasco a partir de 1917-1919.
Otros movimientos regionalistas, como el nacionalismo gallego, el valencianismo o los regionalismos andaluz y aragonés, apenas tuvieron repercusión política en el primer tercio del siglo XX.
EL MOVIMIENTO OBRERO:
Una de las consecuencias del atraso industrial de España era la debilidad del movimiento obrero, al contrario de lo que sucedía en los países más desarrollados de la Europa occidental. El número de afiliados a las sociedades obreras apenas llegaba al 5%. Desde el punto de vista organizativo, hasta bien entrado el siglo XX no se formó un verdadero sindicalismo de masas. En España, como en los demás países occidentales, el movimiento obrero se dividió en dos corrientes: anarquistas y socialistas.
El anarquismo siempre mantuvo su negativa a participar en la política y rechazaba todo tipo de reformas. A comienzos del S.XX los anarquistas se concentraban en las áreas industriales de Cataluña y en el campesinado de Andalucía. Los anarquistas estaban divididos en dos corrientes, los anarquistas partidarios de la estrategia terrorista y los anarquistas defensores del sindicalismo. Poco a poco la ideología fue cambiando hacia el sindicalismo francés, que consideraba la huelga general como instrumento revolucionario más eficaz. Así se creó el sindicato Solidaridad Obrera. Pero también se fundó la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, que apoyaba la acción directa, rechazando así la lucha política. Tras la huelga general de 1911, la CNT fue declarada ilegal hasta 1915.
El socialismo. A principios de siglo la afiliación obrera era mínima, el PSOE contaba tan sólo con 20.000 afiliados y la UGT con 30.000. Fueron necesarios varios años para que Pablo Iglesias (fundador de PSOE y UGT) aceptara colaborar con los republicanos en la democratización del régimen. Con la formación de la Conjunción Republicano-socialista el socialismo se convirtió en una fuerza política parlamentaria. Pablo Iglesias fue elegido diputado.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y SUS CONSECUENCIAS
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial el gobierno de Eduardo Dato declaró la neutralidad, que fue respaldada por todos los partidos. España no estaba como para meterse en una guerra. La neutralidad favoreció, sin embargo, una espectacular expansión de la economía. España se convirtió en abastecedora de los países beligerantes, a los que suministró materias primas y productos industriales. La expansión industrial (minería, siderurgia, textiles…) fue tan rápida como el alejamiento de clases. Mientras los burgueses se enriquecían con los beneficios extraordinarios de la guerra, las clases trabajadoras sufrieron un descenso de su calidad de vida. Esta situación agravó las diferencias sociales y provocó el auge del movimiento obrero. Las huelgas fueron las protagonistas de esos años. Hubo 170 huelgas en 1915 y 240 en 1916.
En el ámbito político, los partidos dinásticos (el liberal de Canalejas y el conservador de Maura) se dividieron definitivamente y se descompusieron.
LA CRISIS DE 1917
En medio de este clima de tensiones (huelgas, movimiento obrero… las clases altas ricas y las clases medianas pobres), en el verano de 1917 el sistema político de la Restauración atravesó por una de sus situaciones más críticas, al confluir tres tipos de conflictos: el militar, el político y el social.
La crisis militar: las Juntas de Defensa.
Uno de los factores que explican el malestar de los militares fue el proyecto de reforma militar que pretendía modernizar el ejército mediante una reducción del número de oficiales (que tenían un alto salario). Otro motivo era el sistema de ascensos, en su mayoría por méritos de guerra, que favorecía a los militares que estaban en África. Las quejas vinieron por parte de los jóvenes oficiales, que pidieron que el sistema de ascensos se rigiera por rigurosa antigüedad.
El descontento de los militares se materializó en la formación de las Juntas de Defensa, que tenían una clara orientación sindical. El “manifiesto de las Juntas” fue un ultimátum que el ejército dio al Gobierno. Éste, temeroso de una rebelión militar y un golpe de Estado, tuvo que aceptar las exigencias de los militares.
La crisis política: la Asamblea de Parlamentarios.
En el clima político del momento se palpaba la tensión y se escuchaban rumores de que el sistema de la Restauración podía quebrar en cualquier momento, por eso, Cambó, líder de la Lliga Regionalista de Catalunya, hizo una llamada a todos los senadores y diputados españoles a una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, en 1917, para reformar la constitución y, ya de paso, aprobar la autonomía para Cataluña. Pero a Barcelona no acudió nadie, apenas 70 diputados de 760 que podrían haber ido. La falta de apoyo dejó a esa “Asamblea” como un proyecto olvidado.
La crisis social: la huelga general de agosto.
En el verano de 1917 el sistema de la Restauración se vio amenazada por tercera vez con la disposición del movimiento obrero a realizar una huelga general. Las dos organizaciones sindicales rivales, UGT y CNT, suscribieron un manifiesto convocando una huelga general. Para los dirigentes socialistas esa huelga debería servir para derrocar el régimen e implantar una república democrática. En agosto de 1917 estalló la huelga general, que sólo afectó a las zonas industriales (Madrid, Barcelona, País Vasco, Asturias…), donde se produjeron incidentes graves. El ejército cumplió la orden de disparar contra los obreros, y se produjeron 70 muertos y más de 2.000 detenidos.