Comenzamos en la España de principios de Siglo XIX. En la escena política están Carlos IV como rey y María Luisa de Parma, su mujer. Les ayuda Godoy, un valido con mucho poder en la corte, que toma decisiones importantes y es la mano derecha del rey. Dicen que fue amante de la reina…
Durante estos años Godoy no tomó decisiones muy acertadas, ya que realizó una desamortización en 1798 que no gustó nada a la Iglesia, ya que les dejó sin bienes que vender. Carlos IV tampoco se lució con sus decisiones, pues ayudó a los franceses en la Batalla de Trafalgar (batalla que perdieron ante Inglaterra y que supuso la derrota de la flota española) y firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, por el cual se permitía a los franceses cruzar España para “invadir Portugal”. Nadie en España quería a Godoy ni a Carlos IV, y después del Motín de Aranjuez, tuvieron que abandonar el país en 1808.
Sin familia real, el pueblo español se sublevó al enemigo francés, que ya estaba en la península. Mientras en ciudades como Zaragoza, Madrid o Valencia la gente luchaba contra los franceses que en principio iban a Portugal, en la ciudad de Bayona, Napoleón Bonaparte les comunicaba a Carlos IV y a su hijo Fernando VII que pretendía poner en el trono español a su hermano José Bonaparte. Carlos IV y su hijo renunciaron al trono de España para no meterse en problemas, y José Bonaparte llegó a España como rey francés. Esto no gustó nada a la población, y durante cinco años se libró la Guerra de Independencia. Aun así, hay que decir que el nuevo rey José I llegó al trono con buenas intenciones, de carácter liberal. Durante la guerra los españoles tomaron diferentes posiciones: los afrancesados y los patriotas. Los afrancesados eran partidarios de José I y de sus reformas, los patriotas, en cambio, exigían el regreso de Carlos IV o de Fernando VII al trono español. Dentro de estos patriotas, también se distinguían dos corrientes: los patriotas absolutistas, que pretendían la vuelta al Antiguo Régimen, y los patriotas liberales, que querían que regresara un rey borbón para intentar mejorar la monarquía. Durante la guerra un ejército inglés ayudó a los españoles. Finalmente en 1813 en la Batalla de San Marcial los franceses se retiraron y dieron por perdida la guerra en España.
La firma del Tratado de Valençay hizo que Fernando VII regresara a España como rey. Cuando regresó, Fernando VII reinó como rey absolutista. Fueron unos años de vuelta al Absolutismo, en el que el rey tenía plenos poderes y el pueblo vivía sin apenas derechos. La obra de las Cortes de Cádiz quedó olvidada y aplastada por el rey, que no hizo caso a la Constitución de 1812 ni a las reformas liberales. Durante el Sexenio Absolutista Fernando VII reinó con inestabilidad. La Hacienda Real estaba en la ruina y las colonias americanas en guerra. Fue un desastroso periodo. En 1820 Rafael del Riego, un liberal, se pronunció contra Fernando VII y dio comienzo a una corta etapa liberal: el Trienio Liberal (1820-1823). Obligaron al rey a jurar la Continuación de 1812 y se establecieron leyes, reformas y derechos para la población. Asimismo se figuró la escena política del bando liberal dividiéndose éste en dos grupos: liberales moderados y liberales progresistas. Esta etapa finalizó con la entrada en España del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis, que llegaron con la intención de restaurar el absolutismo y a Fernando VII.
Derrotados los liberales, Fernando VII recuperó sus plenos poderes y mandó ejecutar a Rafael del Riego. Desde 1823 hasta 1833 se sucedió la llamada Década Ominosa, uno de los períodos más negros de la Historia de España. Fernando VII estaba picado porque los liberales le habían obligado a firmar la Constitución y le habían ridiculizado durante tres años ante las demás potencias absolutistas europeas. Durante la Década Ominosa se dedicó a perseguir a los liberales. Las reformas que se llevaron a cabo moderaron el tremendo absolutismo de Fernando VII.
Así pasaron los años y un Fernando VII cada vez más viejo y moribundo tenía otro problema: el problema sucesorio. Su hija Isabel tenía dos años, y su hermano Carlos ansiaba el trono. Así pues, los liberales apoyaron a Isabel, y los absolutistas a Carlos María Isidro. Aprovechando la salud del viejo rey, los absolutistas intentaron convencerle de que el sucesor debía ser Carlos, esos acontecimientos tuvieron lugar en 1832 durante los sucesos de la Granja. Los liberales se apresuraron a advertir al rey del engaño, y Fernando VII se decidió por dejar como heredera del trono a su hija Isabel. En 1833 moría el monarca e Isabel II era proclamada reina con tan sólo dos años. Obviamente esto no gustó a los carlistas, y se inició una guerra civil. A la vez, María Cristina, viuda de Fernando VII, ocupó la regencia de España, pues Isabel II era tan sólo una niña. María Cristina dejó en manos de los liberales el gobierno. Los progresistas (Mendizábal) elaboraron una nueva constitución en 1837 y realizaron la desamortización de los bienes de la Iglesia. Con la constitución de 1837 se reforzó el poder de la corona y las cortes pasaron a ser bicamerales (Senado y Congreso de los Diputados). En las elecciones de 1837 sólo votó el 2% de la población, pero al menos algo era algo. Los liberales moderados ostentaron el poder en el gobierno de 1837 a 1840, durante el llamado Trienio Moderado. Los moderados no tuvieron mucha suerte con la toma de decisiones, ya que firmaron el Convenio de Vergara con los carlistas, lo que alarmó a los progresistas, que se volvieron a rebelar contra los moderados y se hicieron con el poder de nuevo.
Coincidiendo con el fin de la guerra Espartero sustituyó a María Cristina como regente. Durante la regencia de Espartero (1840-1843) el autoritarismo del político-militar se hizo valer con decisiones como la venta de bienes del clero secular y la clara apuesta por el librecambismo inglés, sin miedo a las quejas de los demás liberales, que veían esa acción como un acercamiento a Inglaterra olvidándose de los intereses españoles. Los liberales moderados dirigidos por O’Donell se pronunciaron contra Espartero, pero éste les venció y obligó a exiliarse. Espartero comenzó a perder popularidad a partir de 1842, sobretodo después de los sucesos de Barcelona: una rebelión de la población hizo que Espartero finiquitara el asunto con un bombardeo que mató a cientos de personas en la ciudad. Así pues, Espartero se enfrentó a sus enemigos, encabezados por el otro político-militar Narváez, en Torrejón de Ardoz, pero perdió la batalla. Espartero se exilió en Londres y comenzó la década moderada, en la que Narváez tomó el control del gobierno (1844-1854).
Con Narváez en el gobierno se reformaron muchas cosas. Una nueva constitución en 1845, un nuevo plan de estudios, que dividía el modelo educativo en tres niveles: primaria, secundaria y universidad, una nueva Ley de Hacienda, nuevas leyes de administración local y provincial… Durante esta década moderada (1844-1854) se sucedieron gobiernos de Narváez con gobiernos puritanos, liderados por Pacheco, más cercanos al progresismo. También gobernó Bravo Murillo con un gobierno de carácter moderado tecnocrático. No gustó el gobierno de Bravo Murillo y la reina Isabel II hizo que éste presentase la dimisión en 1852. Para entonces el partido moderado estaba muy dividido y en crisis.
Se dio paso a una breve etapa en la que los progresistas tuvieron el poder: Bienio Progresista (1854-1856). La Revolución de 1854 ante los moderados llevó a Espartero a formar un nuevo gobierno con O’Donell y Pacheco. Pero tuvieron muchos problemas en el primer año los progresistas. La deuda pública, el malestar de la población… Espartero dimitió y O’Donell se puso en frente del gobierno, con su partido Unión Liberal. La Constitución que se elaboró en 1856 nunca entró en vigor, y era de carácter progresista. Comenzó otra etapa de hegemonía de la Unión Liberal de O’Donell. Las primeras decisiones que tomó O’Donell no gustaron a la reina, y ésta le obligó a dimitir. Narváez se convirtió en presidente entonces. En esta etapa se volvió al moderantismo más conservador y se finalizaron las grandes obras públicas (ferrocarril, telégrafo, Canal de Isabel II…). Sin ningún tipo de motivo, Narváez presentó su dimisión y la reina, dudosa, volvió a dar el gobierno a O’Donell. Comenzó la etapa más estable. La concentración del poder en una sola persona dio estabilidad durante unos años.
Gracias a la Guerra de África O’Donell ganó prestigio y se ganó al pueblo español. Además en esta etapa se aprobaron leyes importantes en el nuevo sistema administrativo. El liberalismo económico y político favorecieron el crecimiento del Estado. Pero, a pesar del optimismo que produjo la gestión política de Unión Liberal, con O’Donell sobretodo, la tendencia a la división interna de los partidos y la injerencia de la reina en asuntos del gobierno llevaron al liberalismo a la crisis. Durante cinco años (1863-1868) la población española estuvo descontenta, además, la Crisis Económica de 1866 agravó las consecuencias. El desprestigio de Isabel II vino como consecuencia de su enemistad con Italia y por su vida privada, amorosa y polémica. La crisis de 1866 afectó a todos los sectores económicos y también a la política. El Pacto de Ostende para desalojar a Isabel II del trono de España se firmó, y en un último intento de arreglar las cosas Isabel II encargó de nuevo el gobierno a Narváez, quien moriría poco después ejerciendo el cargo. Para entonces O’Donell ya había desaparecido e Isabel no tuvo más remedio que exiliarse.